miércoles, 3 de junio de 2015

La libertad: pieza fundamental para la existencia del Estado de Derecho.

Que los hombres dejen de buscar en el cielo su libertad, que la busquen en la tierra, que luchen por ella.
Que el gobernante deje de mirar al gobernado como una propiedad y comience a tratarlo como un igual.
Que el Estado respete la Constitución, pues de ella emanan todas las leyes de una nación.
Que los derechos individuales no se contrapongan con los colectivos, esa es la misión del Estado de Derecho.
Que el respeto y fomento de los derechos y libertades de las personas sea la razón fundamental del Estado.
Que aquel Estado que incumpla con su obligación para con el pueblo sea considerado ineficaz.
Que el Estado y el gobernante recuerden que ellos son producto del pueblo y no el pueblo producto de ellos.
Que la libertad es un derecho natural y jamás debe considerarse como un derecho adquirido u otorgado por el Estado.
Los seres humanos somos seres libres.
La libertad no debe ser consecuencia de un gobierno, sino que el gobierno debe ser la consecuencia de la libertad.
Los derechos de los seres humanos son parte de nuestra naturaleza; son el impulso primario de nuestra existencia, estos pueden ser limitados por el Estado pero nunca restringidos.

Introducción.

La libertad es un derecho propio de los seres humanos; no es otorgado por ningún gobierno, país o nación del mundo, es inherente a la potestad de ser y no a la de pertenecer, pues ningún Estado puede subsistir cuartando la libertad de sus gobernados.

Los hombres nacen libres, y por esa libertad es que se han creado las naciones.

Los hombres libres buscan la paz, la hacen; la construyen.

La libertad es un derecho natural con el que se nace, el respeto a ese derecho es obligación de todos los pueblos. La coexistencia entre la libertad y el Estado de Derecho emana de la búsqueda incansable de los hombres por alcanzar la libertad en todas sus facetas; ora entre personas, ora entre el Estado y sus gobernados, ora entre naciones.

El Estado para existir debe regirse por el Derecho, y éste tiene como fuente fundamental la libertad; uno no puede existir sin el otro, por ello el Estado, el Derecho y la libertad son hermanos en la construcción de las leyes y el reconocimiento de los derechos inherentes del ser humano.

El Derecho cumple con su obligación de encuadrar las conductas de las personas en las leyes y junto con el Estado debe buscar que las personas logren su libre desarrollo, el alcance de sus metas y la plenitud de sus vidas. La libertad y el derecho caminan una junto a la otra; una buscando la interacción entre los hombres y la otra el libre desarrollo.

La libertad es el corazón del Estado de Derecho, pero la existencia del último es necesaria para que la libertad de uno no interfiera con la del otro.

 “Aquel Estado que cuarta la libertad de sus gobernados debe considerarse fallido, pues en aras de la libertad se han enderezado las naciones; así, ninguna país del mundo puede existir sin libertad”.


La libertad: pieza fundamental para la existencia del Estado de Derecho.

El reconocimiento de los derechos del hombre ha sido una lucha constante en la historia de la humanidad, desde tiempos inmemorables la búsqueda de los hombres por alcanzar la libertad ha construido y constituido naciones enteras. En aras de esa búsqueda el mundo se ha visto enfrascado en largas y sangrientas luchas que han formado nuestra visión actual del mundo y nuestra visión actual de lo que consideramos libertad.

Aquellas luchas de los hombres que imaginaron un mundo en el que la libertad estuviera al alcance de cualquiera devinieron en movimientos sociales y culturales alrededor del mundo que forjarían los cimientos de la sociedad actual.

Hoy, nos es extraño imaginar un mundo en el que los poderes se centralizaban en una sola persona, un ser todopoderoso que podía ordenar, ejecutar, omitir y hacer cualquier cosa, un mundo en el que las leyes eran creadas, ordenadas y ejecutadas por un solo ser en el que recaían todas las capacidades y que se enderezaba como el amo y señor de todo lo que veía y lo que existía. No podemos llegar a imaginar o comprender como una sola persona era capaz de hacer cualquier cosa y además, ser dueño de las personas que se encontraban en su reino. Hoy, vemos al mundo como lo percibimos desde nuestro nacimiento, con sus vaivenes, con sus impedimentos y sus permisos.

Las naciones han ido y venido, algunas han brillado a lo largo de la historia y otras han desaparecido de la memoria de la humanidad, pero si algo es cierto, todas esas naciones, filósofos, políticos y científicos constituyeron una idea que ha ido tomando forma a lo largo de los siglos; una idea que fue creciendo hasta verse realizada el 26 de agosto de 1789 por la Asamblea General Constituyente Francesa; es decir, hablamos de la afamada Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Déclaration des droits de l'homme et du citoyen), en la que se definieron los derechos personales y colectivos como universales y reconocibles en todo el mundo por todos los pueblos y por todas las naciones.

Aun y cuando se considera que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano es el primer reconocimiento real y formal de los derechos inherentes del ser humano, no podemos olvidar aquel salto enorme que el 17 de septiembre de 1787 en los Estados Unidos de Norte América se dio al crearse la primer constitución del mundo, en la cual se lee aquel texto emanado del sentir más profundo de los seres humanos y que viene a constituir en mi opinión el primer estado de derecho jamás creado “Nosotros el Pueblo” (We the People).

A partir de estas dos “declaraciones” que más bien son “reconocimientos” de los derechos fundamentales del ser humano, es que el mundo inicia una nueva era en la que los hombres de todas las naciones nacerían libres y gozosos de los derechos más íntimos que legítimamente les pertenecen por el simple hecho de ser seres humanos.

Las palabras que inician el camino constitucional de los Estados Unidos de Norte América y que como ya he mencionado en mi opinión es la primera declaración formal y real de los derechos humanos en el mundo, es también la primera incursión de los seres humanos en la creación del Estado de Derecho, y también, es la primera incursión de la eterna relación entre la libertad y el Estado de Derecho.

El Estado de Derecho es aquel regido por un sistema de leyes e instituciones ordenado en torno de una constitución, ese mismo estado reconoce los derechos más íntimos de los seres humanos mediante su Carta Fundamental; uno de esos derechos es el de la libertad. “Nosotros el Pueblo” enmarca todas esas características anteriormente señaladas; el pueblo crea la Constitución en la cual se recogen los derechos más propios de los seres humanos, y en ella misma también se enmarcan los sistemas legales e institucionales que darán forma al Estado de Derecho y que al mismo tempo serán las que reconozcan, protejan y fomenten tales libertades.

Con el reconocimiento por parte de las naciones de los derechos con que gozan las personas, vino a constituir un mundo en el que las libertades serías reconocidas, legisladas y protegidas por la gran mayoría de los países del mundo, y fomentando tales derechos y libertades a los demás países para así lograr una protección y reconocimiento mundial de los derechos con que todo ser humano nace.

Por desgracia en muchos países del mundo, incluso los que cuentan con una Constitución que reconoce y protege los derechos humanos (que son las libertades propias de cualquier persona), se ven lesionados por el Estado, pisoteados, burlados e ignorados con el fin de obtener ganancias económicas y poder.

Los seres humanos somos seres pensantes, racionales, “la máxima evolución” del planeta azul al que llamamos nuestro hogar, pero también somos seres envidiosos, codiciosos y avaros; dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de conseguir y alcanzar nuestras metas; incluso rompiendo las leyes o dañando a otras personas.

Lo anterior resulta cierto; tan claro y cristalino como el agua, nos es conocido ese sentimiento de “querer más”; nos resulta más que familiar. Pero también, aun y cuando esos sentimientos de avaricia y codicia son pan del día a día de cualquier persona, contamos los seres humanos con pensamientos racionales (como ya mencione), con valores propios de nuestra condición humana, ese “freno” que nos impide actuar de mala fe en contra de cualquier persona, de lastimarlo o cuartar sus derechos y libertades.

¿A qué voy con lo anterior?; el ser humano cuenta con sentimientos, pensamientos y emociones que constituyen su conducta, su actuar ante el mundo que le rodea y a interactuar con él; el Derecho se constituyó a partir de la necesidad del encuadramiento de las conductas humanas en las leyes; el “yo” frente al “tu”, encuadrar las conductas para que el hombre sea capaz de convivir con sus semejantes; no como superior, como un igual, el “yo” o el “tu” se convierten en “nosotros”, pero sin dejar de lado completamente el “yo”, el particularismo de las sensaciones humanas de crecimiento y superación personal. También tenemos al Estado de Derecho; el encuadramiento de las conductas en una Constitución, en un sistema de leyes y en instituciones que tendrán como deber principal el cumplirlas y hacerlas cumplir.

El complejo sistema del que hablamos es “el Estado”, ya sea el mexicano, cubano, colombiano, estadounidense, francés, chino o cualquier otro que pudiera venirnos a la mente. Ese enorme sistema creado por los humanos para regir el mundo, para encuadrar las conductas de las personas en un complejo sistema de leyes e instituciones que se erigieron para evitar que el “yo” supere a la colectividad; para evitar que los deseos personales infrinjan y menoscaben los deseos de otras personas. Es un sistema creado precisamente para encaminar a cada ser humano a la realización de sus metas personales pero con la avenencia de evitar que en el camino lesionen los derechos de otras personas.

Eso es precisamente el Estado de Derecho, un sistema creado para formar un camino para la humanidad en el que los deseos particulares no superen ni dañen el de la colectividad.

Hasta aquí comprendemos la enorme importancia del Estado de Derecho como un conjunto de instancias, instituciones y legislaciones que dan cabida a la vida en comunidad de las personas, pero también esta institución encuentra un enorme reto al cumplir con su “deber” frente a los deseos de crecimiento personal que tiene cada persona, a los deseos de “tener más”, a los deseos de lograr los objetivos de manera individual. Los deseos propios de los seres humanos; de cualquier nacionalidad, son en primera instancia los mismos “el cumplimiento de las esperanzas y sueños en lo particular”, deseos que todas las personas tenemos y que encuentran freno frente al Estado de Derecho, no porque éste desee cuartar tales ambiciones, sino porque las ambiciones personales deben tener cabida si y solo si no interfieren con otra persona o con la colectividad; es decir, hablamos del respeto al derecho ajeno, si, tal y como dijo Benito Juárez aquel 15 de julio de 1867 "Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".

Sin duda, la libertad (cualquiera que sea ésta), es un derecho del cual todos los seres humanos debemos gozar, pero también, debe comprenderse que la libertad de unos no debe ni puede cuartar la/s libertad/es de otro/s y mucho menos de la colectividad.

Hablar de libertad puede ser tan amplio y complejo como el mismo ser humano, pues si bien es cierto “todos nacemos libres” o por lo menos ese es el deseo de la mayoría de las personas y naciones, también lo es que esa libertad es concedida, permitida dentro del sistema para que la convivencia entre las personas pueda existir de manera pacífica y respetuosa.

Tenemos por ejemplo, la libertad de expresión, libertad de la cual todos gozamos (o por lo menos en la gran mayoría de los países), la cual ha sido malinterpretada, mal usada y algunas veces interpretada a la mayor conveniencia de quien toma como estandarte tan importante derecho. Cuando este derecho es utilizado sin menoscabar o lesionar el de otra u otras personas, entonces se estará ejerciendo conforme a los lineamientos establecidos y ordenados por el Estado de Derecho, pero, cuando una persona o personas haciendo uso de esta libertad lesionan a otra u otras personas, entonces deberá de considerarse que la libertad de uno/s está transgrediendo la libertad de otro/s, teniendo pues el Estado de Derecho con su compleja red institucional y legal que determinar si el uso de la libertad de expresión fue legal, moral y ética o bien, en uso de esa libertad se lesionaron derechos de otra u otras personas.

La libertad es sin lugar a dudas indeterminable en concepto, pero el Estado de Derecho ha logrado (o por lo menos ha intentado) determinarlo en cuanto a sus alcances, ya sea en lo individual o en lo colectivo; es por eso que fue creado y por lo cual ha perdurado a lo largo del tiempo, y muy seguramente seguirá perdurando, con sus vaivenes, con sus errores y con sus aciertos.

Al principio de este trabajo mencione que los seres humanos somos seres racionales y sentimentales, es decir, que los deseos  de las personas son frenados por su razonamiento; el Estado de Derecho es exactamente lo mismo, es la “luz roja del semáforo” que impide que las conductas humanas se salgan de control y el mundo entre en caos.

Y la libertad es en consecuencia, el camino natural que debe seguir el Estado de Derecho.

En efecto, tal y como he mencionado, tomar la libertad como estandarte no puede ni debe ser tomado a la ligera, pues la libertad debe ser respetada y fomentada por el Estado de Derecho, pero también, debe ser limitada en cuanto a la posibilidad de que la exigencia de quien la usa como estandarte cause lesiones a los derechos de la colectividad; es por ello que el Estado de Derecho tiene como tarea principal fomentar y propiciar la libertad pero siempre con las limitaciones de los derechos y libertades de los demás.

Parece un poco “confuso” hablar de Estado de Derecho y libertad como un solo ente, pero en realidad no lo es; simplemente trata sobre la interacción entre ellas, como una no puede existir sin la otra, y de cómo ambas son de vital importancia para el mundo.

Sin libertad no existiría el Estado de Derecho, pues en la búsqueda de la libertar las personas reinventaron la forma en la cual el mundo se regía, destruyendo la centralización de los poderes en una sola persona, para dividirlos, para elegir ellos mismos a sus representantes, para que dejara de existir el monarca y se diera paso a la democracia.

Gracias a ello, nosotros mismos hemos ido creando el Estado de Derecho, lo hemos “pulido” a la mayor conveniencia de la sociedad que exige cada vez más libertades y que respeta cada vez más las de los demás.

La libertad es en consecuencia la razón por la cual se creó el Estado de Derecho; es por ello que sin la existencia de las libertades propias del ser humano y de la búsqueda incansable por alcanzar la libertad en todas sus facetas se han creados los pueblos del mundo, se han enderezado y poco a poco perfeccionado para permitir a todas las personas alcanzar la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Por ende, el Estado de Derecho es consecuencia de la búsqueda de la libertad.

Posiblemente la primera forma del Estado de Derecho (apenas en gestación de lo que debía ser) fue la monarquía absoluta, ese gobierno centralista en el que en una sola persona radicaban los poderes, vitalicio y hereditario; ese en el que las personas eran parte de las “posesiones” de los monarcas, esa en la que el deseo colectivo era siempre opacado por el capricho de una sola persona que contaba con pleno poder de decisión, acción y ejecución sobre todo y todos.

Durante el largo proceso de gestación del Estado de Derecho actual, así como del que puede y debe ser en un futuro (pues aún no ha terminado de gestarse en su forma más pura), han existido otras divergencias adoptadas por los pueblos del mundo; en algunos tenemos a las monarquías constitucionales y a las parlamentarias, en otras a las hibridas, y en otras más a las democracias que han sido la fuente principal para la creación y gestación final de lo que se convertirá en un futuro en el Estado de Derecho que el mundo adoptará como la última forma de éste.

Así pues, las diferentes formas que ha adoptado el Estado de Derecho (muchas más de las mencionadas), han sido obtenidas por los pueblos del mundo mediante largas luchas en las que se le exige al gobierno que les sean respetados y reconocidos sus derechos; entre ellos y principalmente el hecho de que los seres humanos son seres libres.

Por lo que, en mi opinión, el Estado de Derecho debe ser reconocido como tal hasta el momento en el cual los hombres se levantaron en contra de la injusticia, en contra de los lamentables despojos de la libertad y a los derechos de los cuales todos somos poseedores; frente a las injusticias de los gobiernos totalitarios en los que el valor de una persona y su libertad eran valorados y permitidos en la medida de sus posesiones materiales y no por el hecho de existir como ser humano igual al rey o gobernante de una nación.

La humanidad sin notarlo (o tal vez sí), fue diseñando el actual Estado de Derecho que rige en la mayoría de los países del mundo, pues esta es la consecuencia de la búsqueda de la libertad.

Es por lo anterior que no es hasta que los gobernantes reconocieron estos derechos propios de cualquier ser humano que se debe considerar que el Estado de Derecho nació a la vida en el mundo y poco a poco ha ido cambiando, evolucionando para alcanzar su forma final.

Si tomamos en cuenta que la libertad es un sentimiento que proviene de la naturaleza del ser humano, y que esa sensación de querer ser libre existe en cualquier parte del mundo por cualquier persona que hable cualquier idioma, es por lo que reconoceremos que el Estado de Derecho es consecuencia de la búsqueda de la libertad así como de la búsqueda del reconocimiento de los derechos de los seres humanos.

El hombre nace de alguna manera con ciertos sentimientos insertos en su mente; como un “chip” que nos indica lo que es bueno y lo que es malo; sensaciones que nos impulsan, ciertos sentimientos que sin haberlos aprendido en ningún lugar simplemente se encuentran en nosotros, tal y como si fueran parte de nuestra programación natural. Es así que como parte de esa “programación”, los seres humanos buscamos y luchamos por alcanzar el desarrollo personal que abarca todas las facetas del ser humano; como el éxito, amor, estabilidad, dinero, prestigio; etcétera; y en esa “programación” natural también es parte la búsqueda por alcanzar igualdad, libertad, respeto; la dignidad humana reconocida en todas sus facetas y que dio pie al reconocimiento de los derechos de los seres humanos por los gobiernos del mundo.

Una vez alcanzado el reconocimiento de esos derechos, entre los cuales la libertad es pieza fundamental (pues sin libertad no existiría ese reconocimiento), el mundo se vio en la necesidad de crear un sistema que asegurara el reconocimiento y fomento de las libertades de los hombres, dando vida al Estado de Derecho que es parte fundamental del tipo de gobierno de las naciones, pues este es el “alma” del gobierno, es el factor primario para la construcción de cualquier país  pues este será quien mantenga la estabilidad social, económica y política del gobierno de una nación.

Así, el Estado de Derecho fue creado para permitir, reconocer y fomentar los derechos de las personas, pero al mismo tiempo para limitarlos y delimitarlos, permitiendo así que el derecho y las libertades que goza cualquiera de nosotros no obstaculizara ni restringiera los derechos y libertades de los demás. Por lo que el Estado de Derecho es y seguirá siendo parte fundamental de la libertad y de los derechos de los seres humanos; no importando naciones, idiomas, géneros o religiones, el Estado de Derecho será la pieza clave para que los seres humanos logremos alcanzar la libertad o bien, lo más cercano posible.

Imaginemos por un momento un mundo en el cual no existe ninguna forma de gobierno, y por ende tampoco Estado de Derecho; todos somos libres de hacer cualquier cosa. Ahora también recordemos la esencia del ser humano; la parte que busca la libertad, el amor, la igualdad, la paz, y la otra parte de la esencia humana, esa que es envidiosa, solitaria, la que odia, la que teme, la que es competitiva y tramposa. Ahora, ya que la esencia humana que busca lo mejor de los hombres es parte fundamental tal y como lo es aquella otra parte de los seres humanos que busca corromper; ¿Qué pasaría?, ¿en realidad podríamos vivir en armonía?, ¿los seres humanos estamos preparados para vivir en un “edén” sin reglas?, ¿acaso no es parte de la esencia humana amar y odiar con la misma intensidad?. Ahora que hemos imaginado un mundo sin gobiernos, en el que podemos hacer cualquier cosa que queramos, y ahora que hemos puesto en la balanza las esencias humanas buenas y malas existe una pregunta más que responder ¿es necesaria la existencia del Estado de Derecho?.

En lo que a mí respecta, el Estado de Derecho es tan necesario como la libertad, pues la libertad creó al Estado de Derecho en la búsqueda de los hombres por alcanzar su desarrollo persona y su libertad, pero a sabiendas también de la condición humana que por desgracia aún no está preparada para vivir en armonía sin ciertas reglas y limitaciones.

La libertad existe porque es parte de nosotros, de nuestra esencia, de nuestra naturaleza; también lo son los demás sentimientos que no son tan agradables. Debido a que el ser humano conoce y reconoce tales sentimientos; los buenos y los malos, es que busca la libertad y la limita; protegiendo así los derechos particulares y colectivos.

Una cosa es limitar y otra es restringir; la primera pone un “tope” al alcance de la libertad y de los derechos de las personas, y la segunda los disminuye, los menoscaba; los lesiona en perjuicio de las personas. Es por lo anterior que muchas personas confunden al Estado de Derecho como un ente que se interpone en su desarrollo, derechos y libertades, lo consideran un enemigo; es por ese error que muchas personas en ocasiones toman como estandarte a la libertad para combatir al gobierno de una nación, siendo ellos quienes en muchas ocasiones terminan por restringir los derechos y libertades de la colectividad.

A diferencia de las libertades y derechos con que contamos los seres humanos, el Estado de Derecho si debe tener restricciones así como limitaciones en cuanto a su acción frente al pueblo, pues en aras de limitar los derechos de las personas para la libre interacción entre ellas, no debe restringir tales derechos, pues de hacerlo se convertiría en un ente absolutista.

Los limites y restricciones de que hablamos empiezan con el Estado de Derecho con su potestad de decisión, acción y ejecución y terminan donde empiezan los derechos y libertades de las personas; el Estado de Derecho pertenece al sentimiento de libertad mas no la libertad pertenece al Estado de Derecho; uno es creador y el otro es creado.

Ningún país del mundo pudo haber concebido al Estado de Derecho sin antes haber deseado y luchado por su libertad.

Cuando los hombres se levantaron en busca de su libertad fue entonces que se concibió el Estado de Derecho, siendo por tanto que este último vino a reafirmar la creencia de los pueblos de la posibilidad y alcance de sus libertades.

Es por ello que de ninguna manera puede concebirse el Estado de Derecho como un ente primario o creador cuando en la realidad el concepto viene a conocer la vida cuando se iniciaron las luchas de las personas por sus libertades y sus derechos fundamentales, por la exigencia de los pueblos a sus gobernantes para que se les reconozcan y otorguen sus derechos y libertades; es por eso que debe considerarse que la libertad vino a abrir el camino para la creación del Estado de Derecho.

Finalmente, es menester de este trabajo y de quien lo redacta hacer reflexión sobre la libertad, no como un derecho otorgado, sino como un derecho adquirido por el simple hecho de ser y de nacer (e incluso antes del nacimiento); hablar de libertad es un tema en extremo amplio, complejo, tanto que nos llevaría mucho tiempo hablar de ella, de sus consecuencias y de sus clases.

En este trabajo abordamos el tema en unas cuantas líneas, en las que de manera un tanto filosófica y con tintes de Derecho, enmarcamos la libertad como un derecho natural (sobran los doctrinarios que han hablado y abordado el tema), dando mi opinión personal sobre su significado.

También, en esta corta lectura habrán encontrado entre sus líneas la prioridad que le otorgo a la libertad sobre el Estado de Derecho, siendo pues en mi opinión que el ultimo es consecuencia del primero.

Muy seguramente me encontrare en un futuro realizando un trabajo más extenso sobre éste tema ya que es extremadamente interesante.


 Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.