domingo, 1 de noviembre de 2015

El abogado y la muerte.

 Eran cuarto para las nueve y el juicio estaba por comenzar,
De un lado el abogado, con su elegante traje y sus argumentos provistos para arrasar
Del otro lado la demandada con su vestido negro, su sonrisa fría y su lista incompleta hasta el final.

El juez dio iniciado al juicio y los argumentos comenzaron por igual,
El demandante con sus pruebas reclamaba de la parca que en su lista negra no debía estar,
La demandada tomó la voz, mostro las pruebas y argumentó:

“la vida del demandante ha sido larga y las pruebas muestran sus excesos; fuma, se desvela, es violento y apasionado, Más su vida se ha agotado y el tiempo que ahora usa es prestado,
Este juicio lo demuestra, se inventa pruebas y argumentos buscando recovecos en las leyes de la vida, ya su tiempo ha llegado y este juicio es un engaño; aunque apele y se ampare la sentencia llegará, y su nombre en la lista tarde o temprano aparecerá”.

El demandante mostró las pruebas intentando demostrar que la parca intentaba a su Usía engañar;
Un último argumento intentó y con sabias y precisas palabras señaló:

“Sé que la vida se me ha prestado, que mis excesos la han colmado, pero las pruebas que presento deben proceder como la ley clama, trabajo duro y represento a centenares de personas en sus problemas legales, y si bien es cierto lo de mis excesos, también lo es la vida plena que he llevado, el amor a mi familia y la pasión por mi trabajo; por lo tanto la sentencia favorable debe ser”.

El juez, examinó las pruebas y alegatos de las partes, y con miedo en sus ojos pronunció la sentencia:

“Se condena al demandante a pasar la eternidad en las manos de la muerte, es por tanto que declaro que en su lista deberá escribirse ya su nombre”

Fue el fin del abogado, nunca hubo juicio que no ganara, ni sentencia en su contra pero ahora que importaba ¡no fue absolutoria!

Hoy el juicio es leyenda y el abogado también
Fue el único tan cerca de vencer a quien lleva a cuestas las almas de más de cien.
Por desgracia ya  su nombre con negritas lleva escrito;
Héctor Robles es su nombre y al final se vio perdido.


Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.
Robles & Robles Abogados


miércoles, 3 de junio de 2015

La libertad: pieza fundamental para la existencia del Estado de Derecho.

Que los hombres dejen de buscar en el cielo su libertad, que la busquen en la tierra, que luchen por ella.
Que el gobernante deje de mirar al gobernado como una propiedad y comience a tratarlo como un igual.
Que el Estado respete la Constitución, pues de ella emanan todas las leyes de una nación.
Que los derechos individuales no se contrapongan con los colectivos, esa es la misión del Estado de Derecho.
Que el respeto y fomento de los derechos y libertades de las personas sea la razón fundamental del Estado.
Que aquel Estado que incumpla con su obligación para con el pueblo sea considerado ineficaz.
Que el Estado y el gobernante recuerden que ellos son producto del pueblo y no el pueblo producto de ellos.
Que la libertad es un derecho natural y jamás debe considerarse como un derecho adquirido u otorgado por el Estado.
Los seres humanos somos seres libres.
La libertad no debe ser consecuencia de un gobierno, sino que el gobierno debe ser la consecuencia de la libertad.
Los derechos de los seres humanos son parte de nuestra naturaleza; son el impulso primario de nuestra existencia, estos pueden ser limitados por el Estado pero nunca restringidos.

Introducción.

La libertad es un derecho propio de los seres humanos; no es otorgado por ningún gobierno, país o nación del mundo, es inherente a la potestad de ser y no a la de pertenecer, pues ningún Estado puede subsistir cuartando la libertad de sus gobernados.

Los hombres nacen libres, y por esa libertad es que se han creado las naciones.

Los hombres libres buscan la paz, la hacen; la construyen.

La libertad es un derecho natural con el que se nace, el respeto a ese derecho es obligación de todos los pueblos. La coexistencia entre la libertad y el Estado de Derecho emana de la búsqueda incansable de los hombres por alcanzar la libertad en todas sus facetas; ora entre personas, ora entre el Estado y sus gobernados, ora entre naciones.

El Estado para existir debe regirse por el Derecho, y éste tiene como fuente fundamental la libertad; uno no puede existir sin el otro, por ello el Estado, el Derecho y la libertad son hermanos en la construcción de las leyes y el reconocimiento de los derechos inherentes del ser humano.

El Derecho cumple con su obligación de encuadrar las conductas de las personas en las leyes y junto con el Estado debe buscar que las personas logren su libre desarrollo, el alcance de sus metas y la plenitud de sus vidas. La libertad y el derecho caminan una junto a la otra; una buscando la interacción entre los hombres y la otra el libre desarrollo.

La libertad es el corazón del Estado de Derecho, pero la existencia del último es necesaria para que la libertad de uno no interfiera con la del otro.

 “Aquel Estado que cuarta la libertad de sus gobernados debe considerarse fallido, pues en aras de la libertad se han enderezado las naciones; así, ninguna país del mundo puede existir sin libertad”.


La libertad: pieza fundamental para la existencia del Estado de Derecho.

El reconocimiento de los derechos del hombre ha sido una lucha constante en la historia de la humanidad, desde tiempos inmemorables la búsqueda de los hombres por alcanzar la libertad ha construido y constituido naciones enteras. En aras de esa búsqueda el mundo se ha visto enfrascado en largas y sangrientas luchas que han formado nuestra visión actual del mundo y nuestra visión actual de lo que consideramos libertad.

Aquellas luchas de los hombres que imaginaron un mundo en el que la libertad estuviera al alcance de cualquiera devinieron en movimientos sociales y culturales alrededor del mundo que forjarían los cimientos de la sociedad actual.

Hoy, nos es extraño imaginar un mundo en el que los poderes se centralizaban en una sola persona, un ser todopoderoso que podía ordenar, ejecutar, omitir y hacer cualquier cosa, un mundo en el que las leyes eran creadas, ordenadas y ejecutadas por un solo ser en el que recaían todas las capacidades y que se enderezaba como el amo y señor de todo lo que veía y lo que existía. No podemos llegar a imaginar o comprender como una sola persona era capaz de hacer cualquier cosa y además, ser dueño de las personas que se encontraban en su reino. Hoy, vemos al mundo como lo percibimos desde nuestro nacimiento, con sus vaivenes, con sus impedimentos y sus permisos.

Las naciones han ido y venido, algunas han brillado a lo largo de la historia y otras han desaparecido de la memoria de la humanidad, pero si algo es cierto, todas esas naciones, filósofos, políticos y científicos constituyeron una idea que ha ido tomando forma a lo largo de los siglos; una idea que fue creciendo hasta verse realizada el 26 de agosto de 1789 por la Asamblea General Constituyente Francesa; es decir, hablamos de la afamada Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Déclaration des droits de l'homme et du citoyen), en la que se definieron los derechos personales y colectivos como universales y reconocibles en todo el mundo por todos los pueblos y por todas las naciones.

Aun y cuando se considera que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano es el primer reconocimiento real y formal de los derechos inherentes del ser humano, no podemos olvidar aquel salto enorme que el 17 de septiembre de 1787 en los Estados Unidos de Norte América se dio al crearse la primer constitución del mundo, en la cual se lee aquel texto emanado del sentir más profundo de los seres humanos y que viene a constituir en mi opinión el primer estado de derecho jamás creado “Nosotros el Pueblo” (We the People).

A partir de estas dos “declaraciones” que más bien son “reconocimientos” de los derechos fundamentales del ser humano, es que el mundo inicia una nueva era en la que los hombres de todas las naciones nacerían libres y gozosos de los derechos más íntimos que legítimamente les pertenecen por el simple hecho de ser seres humanos.

Las palabras que inician el camino constitucional de los Estados Unidos de Norte América y que como ya he mencionado en mi opinión es la primera declaración formal y real de los derechos humanos en el mundo, es también la primera incursión de los seres humanos en la creación del Estado de Derecho, y también, es la primera incursión de la eterna relación entre la libertad y el Estado de Derecho.

El Estado de Derecho es aquel regido por un sistema de leyes e instituciones ordenado en torno de una constitución, ese mismo estado reconoce los derechos más íntimos de los seres humanos mediante su Carta Fundamental; uno de esos derechos es el de la libertad. “Nosotros el Pueblo” enmarca todas esas características anteriormente señaladas; el pueblo crea la Constitución en la cual se recogen los derechos más propios de los seres humanos, y en ella misma también se enmarcan los sistemas legales e institucionales que darán forma al Estado de Derecho y que al mismo tempo serán las que reconozcan, protejan y fomenten tales libertades.

Con el reconocimiento por parte de las naciones de los derechos con que gozan las personas, vino a constituir un mundo en el que las libertades serías reconocidas, legisladas y protegidas por la gran mayoría de los países del mundo, y fomentando tales derechos y libertades a los demás países para así lograr una protección y reconocimiento mundial de los derechos con que todo ser humano nace.

Por desgracia en muchos países del mundo, incluso los que cuentan con una Constitución que reconoce y protege los derechos humanos (que son las libertades propias de cualquier persona), se ven lesionados por el Estado, pisoteados, burlados e ignorados con el fin de obtener ganancias económicas y poder.

Los seres humanos somos seres pensantes, racionales, “la máxima evolución” del planeta azul al que llamamos nuestro hogar, pero también somos seres envidiosos, codiciosos y avaros; dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de conseguir y alcanzar nuestras metas; incluso rompiendo las leyes o dañando a otras personas.

Lo anterior resulta cierto; tan claro y cristalino como el agua, nos es conocido ese sentimiento de “querer más”; nos resulta más que familiar. Pero también, aun y cuando esos sentimientos de avaricia y codicia son pan del día a día de cualquier persona, contamos los seres humanos con pensamientos racionales (como ya mencione), con valores propios de nuestra condición humana, ese “freno” que nos impide actuar de mala fe en contra de cualquier persona, de lastimarlo o cuartar sus derechos y libertades.

¿A qué voy con lo anterior?; el ser humano cuenta con sentimientos, pensamientos y emociones que constituyen su conducta, su actuar ante el mundo que le rodea y a interactuar con él; el Derecho se constituyó a partir de la necesidad del encuadramiento de las conductas humanas en las leyes; el “yo” frente al “tu”, encuadrar las conductas para que el hombre sea capaz de convivir con sus semejantes; no como superior, como un igual, el “yo” o el “tu” se convierten en “nosotros”, pero sin dejar de lado completamente el “yo”, el particularismo de las sensaciones humanas de crecimiento y superación personal. También tenemos al Estado de Derecho; el encuadramiento de las conductas en una Constitución, en un sistema de leyes y en instituciones que tendrán como deber principal el cumplirlas y hacerlas cumplir.

El complejo sistema del que hablamos es “el Estado”, ya sea el mexicano, cubano, colombiano, estadounidense, francés, chino o cualquier otro que pudiera venirnos a la mente. Ese enorme sistema creado por los humanos para regir el mundo, para encuadrar las conductas de las personas en un complejo sistema de leyes e instituciones que se erigieron para evitar que el “yo” supere a la colectividad; para evitar que los deseos personales infrinjan y menoscaben los deseos de otras personas. Es un sistema creado precisamente para encaminar a cada ser humano a la realización de sus metas personales pero con la avenencia de evitar que en el camino lesionen los derechos de otras personas.

Eso es precisamente el Estado de Derecho, un sistema creado para formar un camino para la humanidad en el que los deseos particulares no superen ni dañen el de la colectividad.

Hasta aquí comprendemos la enorme importancia del Estado de Derecho como un conjunto de instancias, instituciones y legislaciones que dan cabida a la vida en comunidad de las personas, pero también esta institución encuentra un enorme reto al cumplir con su “deber” frente a los deseos de crecimiento personal que tiene cada persona, a los deseos de “tener más”, a los deseos de lograr los objetivos de manera individual. Los deseos propios de los seres humanos; de cualquier nacionalidad, son en primera instancia los mismos “el cumplimiento de las esperanzas y sueños en lo particular”, deseos que todas las personas tenemos y que encuentran freno frente al Estado de Derecho, no porque éste desee cuartar tales ambiciones, sino porque las ambiciones personales deben tener cabida si y solo si no interfieren con otra persona o con la colectividad; es decir, hablamos del respeto al derecho ajeno, si, tal y como dijo Benito Juárez aquel 15 de julio de 1867 "Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".

Sin duda, la libertad (cualquiera que sea ésta), es un derecho del cual todos los seres humanos debemos gozar, pero también, debe comprenderse que la libertad de unos no debe ni puede cuartar la/s libertad/es de otro/s y mucho menos de la colectividad.

Hablar de libertad puede ser tan amplio y complejo como el mismo ser humano, pues si bien es cierto “todos nacemos libres” o por lo menos ese es el deseo de la mayoría de las personas y naciones, también lo es que esa libertad es concedida, permitida dentro del sistema para que la convivencia entre las personas pueda existir de manera pacífica y respetuosa.

Tenemos por ejemplo, la libertad de expresión, libertad de la cual todos gozamos (o por lo menos en la gran mayoría de los países), la cual ha sido malinterpretada, mal usada y algunas veces interpretada a la mayor conveniencia de quien toma como estandarte tan importante derecho. Cuando este derecho es utilizado sin menoscabar o lesionar el de otra u otras personas, entonces se estará ejerciendo conforme a los lineamientos establecidos y ordenados por el Estado de Derecho, pero, cuando una persona o personas haciendo uso de esta libertad lesionan a otra u otras personas, entonces deberá de considerarse que la libertad de uno/s está transgrediendo la libertad de otro/s, teniendo pues el Estado de Derecho con su compleja red institucional y legal que determinar si el uso de la libertad de expresión fue legal, moral y ética o bien, en uso de esa libertad se lesionaron derechos de otra u otras personas.

La libertad es sin lugar a dudas indeterminable en concepto, pero el Estado de Derecho ha logrado (o por lo menos ha intentado) determinarlo en cuanto a sus alcances, ya sea en lo individual o en lo colectivo; es por eso que fue creado y por lo cual ha perdurado a lo largo del tiempo, y muy seguramente seguirá perdurando, con sus vaivenes, con sus errores y con sus aciertos.

Al principio de este trabajo mencione que los seres humanos somos seres racionales y sentimentales, es decir, que los deseos  de las personas son frenados por su razonamiento; el Estado de Derecho es exactamente lo mismo, es la “luz roja del semáforo” que impide que las conductas humanas se salgan de control y el mundo entre en caos.

Y la libertad es en consecuencia, el camino natural que debe seguir el Estado de Derecho.

En efecto, tal y como he mencionado, tomar la libertad como estandarte no puede ni debe ser tomado a la ligera, pues la libertad debe ser respetada y fomentada por el Estado de Derecho, pero también, debe ser limitada en cuanto a la posibilidad de que la exigencia de quien la usa como estandarte cause lesiones a los derechos de la colectividad; es por ello que el Estado de Derecho tiene como tarea principal fomentar y propiciar la libertad pero siempre con las limitaciones de los derechos y libertades de los demás.

Parece un poco “confuso” hablar de Estado de Derecho y libertad como un solo ente, pero en realidad no lo es; simplemente trata sobre la interacción entre ellas, como una no puede existir sin la otra, y de cómo ambas son de vital importancia para el mundo.

Sin libertad no existiría el Estado de Derecho, pues en la búsqueda de la libertar las personas reinventaron la forma en la cual el mundo se regía, destruyendo la centralización de los poderes en una sola persona, para dividirlos, para elegir ellos mismos a sus representantes, para que dejara de existir el monarca y se diera paso a la democracia.

Gracias a ello, nosotros mismos hemos ido creando el Estado de Derecho, lo hemos “pulido” a la mayor conveniencia de la sociedad que exige cada vez más libertades y que respeta cada vez más las de los demás.

La libertad es en consecuencia la razón por la cual se creó el Estado de Derecho; es por ello que sin la existencia de las libertades propias del ser humano y de la búsqueda incansable por alcanzar la libertad en todas sus facetas se han creados los pueblos del mundo, se han enderezado y poco a poco perfeccionado para permitir a todas las personas alcanzar la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Por ende, el Estado de Derecho es consecuencia de la búsqueda de la libertad.

Posiblemente la primera forma del Estado de Derecho (apenas en gestación de lo que debía ser) fue la monarquía absoluta, ese gobierno centralista en el que en una sola persona radicaban los poderes, vitalicio y hereditario; ese en el que las personas eran parte de las “posesiones” de los monarcas, esa en la que el deseo colectivo era siempre opacado por el capricho de una sola persona que contaba con pleno poder de decisión, acción y ejecución sobre todo y todos.

Durante el largo proceso de gestación del Estado de Derecho actual, así como del que puede y debe ser en un futuro (pues aún no ha terminado de gestarse en su forma más pura), han existido otras divergencias adoptadas por los pueblos del mundo; en algunos tenemos a las monarquías constitucionales y a las parlamentarias, en otras a las hibridas, y en otras más a las democracias que han sido la fuente principal para la creación y gestación final de lo que se convertirá en un futuro en el Estado de Derecho que el mundo adoptará como la última forma de éste.

Así pues, las diferentes formas que ha adoptado el Estado de Derecho (muchas más de las mencionadas), han sido obtenidas por los pueblos del mundo mediante largas luchas en las que se le exige al gobierno que les sean respetados y reconocidos sus derechos; entre ellos y principalmente el hecho de que los seres humanos son seres libres.

Por lo que, en mi opinión, el Estado de Derecho debe ser reconocido como tal hasta el momento en el cual los hombres se levantaron en contra de la injusticia, en contra de los lamentables despojos de la libertad y a los derechos de los cuales todos somos poseedores; frente a las injusticias de los gobiernos totalitarios en los que el valor de una persona y su libertad eran valorados y permitidos en la medida de sus posesiones materiales y no por el hecho de existir como ser humano igual al rey o gobernante de una nación.

La humanidad sin notarlo (o tal vez sí), fue diseñando el actual Estado de Derecho que rige en la mayoría de los países del mundo, pues esta es la consecuencia de la búsqueda de la libertad.

Es por lo anterior que no es hasta que los gobernantes reconocieron estos derechos propios de cualquier ser humano que se debe considerar que el Estado de Derecho nació a la vida en el mundo y poco a poco ha ido cambiando, evolucionando para alcanzar su forma final.

Si tomamos en cuenta que la libertad es un sentimiento que proviene de la naturaleza del ser humano, y que esa sensación de querer ser libre existe en cualquier parte del mundo por cualquier persona que hable cualquier idioma, es por lo que reconoceremos que el Estado de Derecho es consecuencia de la búsqueda de la libertad así como de la búsqueda del reconocimiento de los derechos de los seres humanos.

El hombre nace de alguna manera con ciertos sentimientos insertos en su mente; como un “chip” que nos indica lo que es bueno y lo que es malo; sensaciones que nos impulsan, ciertos sentimientos que sin haberlos aprendido en ningún lugar simplemente se encuentran en nosotros, tal y como si fueran parte de nuestra programación natural. Es así que como parte de esa “programación”, los seres humanos buscamos y luchamos por alcanzar el desarrollo personal que abarca todas las facetas del ser humano; como el éxito, amor, estabilidad, dinero, prestigio; etcétera; y en esa “programación” natural también es parte la búsqueda por alcanzar igualdad, libertad, respeto; la dignidad humana reconocida en todas sus facetas y que dio pie al reconocimiento de los derechos de los seres humanos por los gobiernos del mundo.

Una vez alcanzado el reconocimiento de esos derechos, entre los cuales la libertad es pieza fundamental (pues sin libertad no existiría ese reconocimiento), el mundo se vio en la necesidad de crear un sistema que asegurara el reconocimiento y fomento de las libertades de los hombres, dando vida al Estado de Derecho que es parte fundamental del tipo de gobierno de las naciones, pues este es el “alma” del gobierno, es el factor primario para la construcción de cualquier país  pues este será quien mantenga la estabilidad social, económica y política del gobierno de una nación.

Así, el Estado de Derecho fue creado para permitir, reconocer y fomentar los derechos de las personas, pero al mismo tiempo para limitarlos y delimitarlos, permitiendo así que el derecho y las libertades que goza cualquiera de nosotros no obstaculizara ni restringiera los derechos y libertades de los demás. Por lo que el Estado de Derecho es y seguirá siendo parte fundamental de la libertad y de los derechos de los seres humanos; no importando naciones, idiomas, géneros o religiones, el Estado de Derecho será la pieza clave para que los seres humanos logremos alcanzar la libertad o bien, lo más cercano posible.

Imaginemos por un momento un mundo en el cual no existe ninguna forma de gobierno, y por ende tampoco Estado de Derecho; todos somos libres de hacer cualquier cosa. Ahora también recordemos la esencia del ser humano; la parte que busca la libertad, el amor, la igualdad, la paz, y la otra parte de la esencia humana, esa que es envidiosa, solitaria, la que odia, la que teme, la que es competitiva y tramposa. Ahora, ya que la esencia humana que busca lo mejor de los hombres es parte fundamental tal y como lo es aquella otra parte de los seres humanos que busca corromper; ¿Qué pasaría?, ¿en realidad podríamos vivir en armonía?, ¿los seres humanos estamos preparados para vivir en un “edén” sin reglas?, ¿acaso no es parte de la esencia humana amar y odiar con la misma intensidad?. Ahora que hemos imaginado un mundo sin gobiernos, en el que podemos hacer cualquier cosa que queramos, y ahora que hemos puesto en la balanza las esencias humanas buenas y malas existe una pregunta más que responder ¿es necesaria la existencia del Estado de Derecho?.

En lo que a mí respecta, el Estado de Derecho es tan necesario como la libertad, pues la libertad creó al Estado de Derecho en la búsqueda de los hombres por alcanzar su desarrollo persona y su libertad, pero a sabiendas también de la condición humana que por desgracia aún no está preparada para vivir en armonía sin ciertas reglas y limitaciones.

La libertad existe porque es parte de nosotros, de nuestra esencia, de nuestra naturaleza; también lo son los demás sentimientos que no son tan agradables. Debido a que el ser humano conoce y reconoce tales sentimientos; los buenos y los malos, es que busca la libertad y la limita; protegiendo así los derechos particulares y colectivos.

Una cosa es limitar y otra es restringir; la primera pone un “tope” al alcance de la libertad y de los derechos de las personas, y la segunda los disminuye, los menoscaba; los lesiona en perjuicio de las personas. Es por lo anterior que muchas personas confunden al Estado de Derecho como un ente que se interpone en su desarrollo, derechos y libertades, lo consideran un enemigo; es por ese error que muchas personas en ocasiones toman como estandarte a la libertad para combatir al gobierno de una nación, siendo ellos quienes en muchas ocasiones terminan por restringir los derechos y libertades de la colectividad.

A diferencia de las libertades y derechos con que contamos los seres humanos, el Estado de Derecho si debe tener restricciones así como limitaciones en cuanto a su acción frente al pueblo, pues en aras de limitar los derechos de las personas para la libre interacción entre ellas, no debe restringir tales derechos, pues de hacerlo se convertiría en un ente absolutista.

Los limites y restricciones de que hablamos empiezan con el Estado de Derecho con su potestad de decisión, acción y ejecución y terminan donde empiezan los derechos y libertades de las personas; el Estado de Derecho pertenece al sentimiento de libertad mas no la libertad pertenece al Estado de Derecho; uno es creador y el otro es creado.

Ningún país del mundo pudo haber concebido al Estado de Derecho sin antes haber deseado y luchado por su libertad.

Cuando los hombres se levantaron en busca de su libertad fue entonces que se concibió el Estado de Derecho, siendo por tanto que este último vino a reafirmar la creencia de los pueblos de la posibilidad y alcance de sus libertades.

Es por ello que de ninguna manera puede concebirse el Estado de Derecho como un ente primario o creador cuando en la realidad el concepto viene a conocer la vida cuando se iniciaron las luchas de las personas por sus libertades y sus derechos fundamentales, por la exigencia de los pueblos a sus gobernantes para que se les reconozcan y otorguen sus derechos y libertades; es por eso que debe considerarse que la libertad vino a abrir el camino para la creación del Estado de Derecho.

Finalmente, es menester de este trabajo y de quien lo redacta hacer reflexión sobre la libertad, no como un derecho otorgado, sino como un derecho adquirido por el simple hecho de ser y de nacer (e incluso antes del nacimiento); hablar de libertad es un tema en extremo amplio, complejo, tanto que nos llevaría mucho tiempo hablar de ella, de sus consecuencias y de sus clases.

En este trabajo abordamos el tema en unas cuantas líneas, en las que de manera un tanto filosófica y con tintes de Derecho, enmarcamos la libertad como un derecho natural (sobran los doctrinarios que han hablado y abordado el tema), dando mi opinión personal sobre su significado.

También, en esta corta lectura habrán encontrado entre sus líneas la prioridad que le otorgo a la libertad sobre el Estado de Derecho, siendo pues en mi opinión que el ultimo es consecuencia del primero.

Muy seguramente me encontrare en un futuro realizando un trabajo más extenso sobre éste tema ya que es extremadamente interesante.


 Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.

miércoles, 29 de abril de 2015

Historia de una vida.

Considero firmemente que los Abogados somos personas multidisciplinarias, que nuestros intereses además del Derecho deben abarcar amplitud de temas, teorías y ciencias.

Durante la época de estudios universitarios en la que esperamos convertirnos en excelsos abogados, se nos imparte la materia de filosofía/filosofía del derecho (dependiendo del temario de estudios de la Universidad), en la cual nos encontramos con innumerables filósofos que consideran al Derecho como una parte más de la vida del ser humano, no como una obligación, sino como una necesidad. Materia que nos impulsa a adentrarnos a la esencia, las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre el hombre y el universo, impulsándonos a tratar de conocer y “desenmarañar” el ¿Por qué? de las cosas, obligándonos como profesionales de la interpretación jurídica a entender, reflexionar y meditar acerca de cualquier tema.

Es así que ya sea durante nuestra etapa estudiantil o profesional nos vemos muchas veces inmersos en infinidad de asuntos con infinidad de temas de cualquier área del conocimiento imaginable, es por ello que estoy seguro que los Abogados tenemos como obligación ampliar nuestros límites intelectuales, nuestros conocimientos y nuestros intereses, por tanto, y de acuerdo a éste pensamiento y saliendo un poco de la temática de este “blog”, les comparto “Historia de una vida”, ensayo con el cual participé en el “Premio Nacional de Reflexiones Filosóficas Zigurat (México)” celebrado en el año 2014.

“Historia de una vida” es una reflexión personal del sentir de los seres humanos durante sus vidas, abarcando desde el sentimiento de soledad que en muchas ocasiones es parte predominante en nuestra vidas, hasta el amor, sentimiento que considero el más puro de la naturaleza humana.


Historia de una vida.

Se dice que la vida se puede dividir en cuatro etapas; nacer, crecer, reproducirse y morir, etapas que durante el paso del tiempo van adquiriendo divisiones y esas al mismo tiempo crean subdivisiones que al final las personas percibimos como un todo; como la vida.

¡La vida es un suspiro!, ¿Cuántas veces no hemos escuchado o leído eso?, y ¿Cuántas veces no nos hemos puesto a reflexionar al respecto?; en efecto, la vida es prestada, pues desde que nacemos comienza a correr el reloj en cuenta regresiva, a partir de ese momento, comenzamos a pagar las consecuencias de estar aquí.

Pocas personas se dan cuenta del alto precio que pagamos por pasar un tiempo en este mundo y van por la vida dormidos, esperando algo que tal vez nunca llegue, esperando la felicidad que no buscan, añorando el ayer y temerosos del mañana, pasan su corta estancia en el mundo desesperados.

Las personas olvidan que vivir no significa estar encadenado, olvidan que vivir no es un castigo, olvidan que la desesperanza no es más que una forma de percibir la vida que ellos mismos se han creado para esconder su miedo.

¿Por qué las personas le tienen tanto miedo a la vida?, ¿Por qué se impiden disfrutarla?, ¿Por qué las personas están tan desesperadas?, ¿¡Por qué!?.

¿Por qué convertimos nuestro tiempo limitado en una tortura? ¡Si existen tantas cosas que disfrutar!, vemos pasar nuestras vidas frente a nosotros y nos convertimos en espectadores de ella, dejamos pasar el tiempo hasta que un día despertamos y nos damos cuenta que no ha pasado nada, nos despertamos pensando que a esto a lo que llamamos vida se ha transformado en simple costumbre; ¡si!, en la costumbre de despertar, levantarse, bañarse, trabajar, regresar a casa, dormir y repetir nuevamente todo al día siguiente. La vida para las personas termina convirtiéndose en una película de ellos mismos en la que jamás intervienen; olvidan que deben ser los protagonistas de su vida.

Al llegar ese momento en el que consideramos que estar aquí simplemente se trata de ver pasar las cosas sin ser parte activa de ellas, es cuando sin lugar a dudas ya no estamos vivos, es como estar muertos en vida, transformándonos en zombis caminando por el mundo sin rumbo, sin metas, sin presente, pasado o futuro.

Cuando comenzamos a ver la vida como un reflejo de nuestras esperanzas y metas perdidas todo deja de tener sentido, esperamos el futuro con angustia, y nos causa desesperanza el pasado que se aleja cada vez más, ese pasado en el que las posibilidades eran infinitas, cuando parecía que podíamos lograr cualquier cosa, cuando esperábamos el futuro con ansias, cuando intentábamos crecer a pasos agigantados tratando de alcanzar precipitadamente la adultez dejando la niñez atrás, creyendo que al crecer ¡todo sería más fácil y mejor!, un pasado que sabemos no regresará.

Así, las personas olvidan que la vida no se acaba hasta que viene a reclamar por nosotros la muerte, se esconden a ellos mismos sus deseos y sueños creyendo que la vida ha terminado, creyendo que porque el brillo de la juventud se ha escapado de sus ojos es el fin, creyendo que es mejor esperar por el final a seguir luchando por lo que desean, creyendo que las arrugas del rostro y el opaco de sus ojos indican que no pueden desear o soñar, creen equivocadamente que el final está más próximo que el principio.

¡Error más grande no puede existir!, desde el momento en el que nacemos y da comienzo este viaje al que llamamos vida, nuestras horas comienzan a correr en cuenta regresiva, no importando edad, sexo, religión, estatus social, ¡no importa!, a partir de nuestro primer respiro en el mundo (incluso antes, desde el vientre materno), comenzamos a alimentar con nuestra vida a la muerte.

Hemos convertido este hermoso viaje en una carga, hemos perdido el camino que comenzamos con el primer llanto y que al contemplarlo parece interminable, sinuoso, imposible de superar; hemos decidido dormir y soñar con nosotros mismos viviendo vidas falsas, prefiriendo observar que actuar, prefiriendo perder que ganar, prefiriendo no ser que ser.

A estas alturas parece todo perdido, parece que venimos a este mundo a sufrir y renegar del destino que nos ha tocado, pero como ya dije, hemos olvidado la belleza de vivir, las cosas buenas que nos hacen querer despertar, que nos impulsan, que nos hacen más fuertes y algunas veces también nos debilitan, ¡no!, no todo está perdido, si lográramos recordar aquello que nos hacía felices, toda esa desesperación, miedo y dolor no tendrían cabida en nuestro ser, si lo recordamos, dejaremos de ser espectadores y comenzaremos a actuar en nuestra vida, no importa la edad, si recordamos aquello que hace que valga la pena estar vivo recorreremos el camino sin miedos y llegaremos al final sin arrepentimientos.

Desde que nacemos e incluso antes, experimentamos el primer sentimiento que probablemente determina lo que seremos en el futuro, sentimiento que algunas veces olvidamos o tratamos de olvidar, y algunas veces, lo convertimos en su opuesto; en efecto hablo del amor, ese sentimiento que experimentamos de nuestra madre en su vientre y que al nacer y estar en “el mundo real” nos hizo sentirnos tranquilos, protegidos, seguros y amados.

Es gracioso pensar que el primer sentimiento que experimentamos en nuestra vida es el amor porque durante el trayecto de la vida es el último que pasa por nuestras mentes y corazones; los seres humanos nos enfrascamos en sentimientos que son secundarios y que simplemente representan el miedo que nos da estar vivos y que son fruto de nuestra inseguridad.

Si recordáramos que el amor es un sentimiento primario de los seres humanos, si recordáramos que antes de odiar, llorar, sufrir, despreciar, envidiar y desesperar sentimos amor todos sería diferente, dejaríamos de sentirnos solos, dejaríamos de esperar por aquello que ni siquiera sabemos explicar, dejaríamos de buscar en el cielo respuestas, dejaríamos de ser observadores, dejaríamos de soñarnos y comenzaríamos a vivir en verdad.

La vida no debe ser considerada un castigo, la vida debe ser considerada un regalo, no venimos al mundo a sufrir, venimos al mundo a disfrutar de las cosas que el destino a puesto en nuestro camino, venimos a dejar una parte nuestra en todos aquellos que han interactuado con nosotros, venimos sin lugar a dudas a amar.

Si todo el mundo se diera cuenta de esto, las guerras, el odio y la maldad no existirían, pues son simples manifestaciones de la búsqueda incansable de las personas por encontrarse, por encontrar lo que perdieron en el camino; un simple intento por entender su soledad, un vago y absurdo intento de sentirse vivos y activos influyentes de la vida de los demás; pero al final se darán cuenta que aquello que buscaban con tanta desesperación, con sus enormes fortunas y basto poder era el amor que jamás pudieron encontrar.

Cuando las personas recuerden que aún existen coas que pueden asombrarlas, que existen cosas que pueden hacerlas sonreír, cuando recuerden que en el mundo existe más amor que odio, será hasta entonces que podrán ser nuevamente los protagonistas de su vida, será entonces cuando recordaran que hay más en el mundo que odiar o temer, se darán cuenta que la vida es hermosa.

Cada persona es parte fundamental del mundo, cada persona influye indirectamente en todas las demás, cada persona es parte importante de la maquinaria del universo; cuando entendamos que todos somos parte del todo, cuando entendamos que la vida es más importante de lo que parece, cuando el mundo entienda que nadie es más importante que los demás, será entonces que encontraremos la respuesta a la pregunta que todos en algún momento nos hacemos… “¿Por qué estamos aquí?”.

Si, ¿¡Por qué estamos aquí!?, pregunta que la mayoría de las personas se hace una y otra vez, y otras, simplemente al ver cercano el final comienza a hacerse, rememorando su pasado, pensando profundamente en sus errores y aciertos, recordando, añorando; temiendo por lo que le depara en la última parada innegable, inescapable; en el momento en que llegue la muerte a tomar factura de su vida, sin importar si esta fue bien vivida o no.

Al llegar a este punto, todos aquellos que han vivido apartados de la escena de su película escondidos y temerosos de ella, aquellos que dejaron el amor y decidieron odiar, aquellos que prefirieron ir por el camino del odio, del temor y la desesperanza serán los primeros en hacerse esa pregunta, serán aquellos que vivieron dormidos.

En un vago intento por reparar las vidas falsas que han llevado, en un absurdo por obtener perdón, engañándose a sí mismos tratando de despertar y de responder a esa pregunta, las personas consideran que la religión es el mejor camino para recuperar “en la vida eterna” todo aquello que no quisieron hacer en esta vida por andar por el mundo como zombis, creyendo que rezando alcanzaran la vida que en este mundo no lucharon por alcanzar.

Rezan y asisten a misa buscando solucionar en un par de horas lo que en una vida omitieron, buscan en el cielo la respuesta que en este mundo está clara, buscan el perdón de un ser inexistente, olvidan que el perdón que buscan ellos mismos se lo deben.

La respuesta sin duda alguna no se encuentra en las páginas de un libro escrito hace más de dos mil años, la respuesta no se las dará el ser imaginario al que llaman Dios, la respuesta ellos mismos la conoces solo que temen responderla, temen reconocer que su equivocación fue olvidarse de vivir plenamente, temen reconocer que si hubiesen sido participes de su vida no tendrían que arrepentirse de nada, buscan respuesta donde no hay que buscarlas, buscan perdón donde no existe, buscan en un ser supremo creado por los hombres la respuesta a su vida sin reconocer que dicha respuesta era simplemente vivir plenamente.

¿Por qué estamos aquí?; la respuesta es tan obvia que solamente hay que respirar para encontrarla; ¡vivir! Esa es la respuesta; ¡simple!, ¿no lo creen?; para que buscarle un sentido a la vida si hay que dárselo nosotros mismos, porque olvidar que la razón principal de estar aquí es vivir; ser uno con el todo para que el todo sea uno con nosotros, iluminar nuestro camino con la luz de nosotros mismos para que esa luz ilumine a quienes la necesitan y a quienes no se han dado cuenta de ello, cuando al fin todos entiendan que no hay un ser supremo y que nosotros mismos somos seres supremos y perfectos, cuando todos nos demos cuenta de ello y dejemos de tener miedo, de sufrir, de lamentarnos y el amor se convierta en nuestra bandera será entonces que entenderemos que la respuesta somos nosotros.

En el momento en que el mundo se dé cuenta que ha estado caminando a ciegas y abra los ojos, cuando despertemos del sueño en el que nos encontramos y comencemos a vivir realmente; será hasta entonces que trascenderemos más allá de lo que está puesto ante nuestros ojos, será entonces que dejaremos de esperar por “la vida eterna” que nos promete la religión; ¿Por qué?; porque no la necesitaremos, porque encontraremos que la eternidad no es inalcanzable, porque estaremos sentados escalones más arriba de aquellos seres que nosotros mismos creamos y a quienes llamamos Dioses, nos convertiremos en el todo porque el todo será uno con nosotros, dejaremos de temer y de dudar, encontraremos que el final del camino que tanto tememos no es más que un nuevo inicio.

En estas letras se ha mencionado que tenemos un tiempo limitado en este mundo, que a partir de nuestro primer respiro la muerte comienza a alimentarse de nuestras vidas; pero también se ha dicho que la muerte no es el final sino que es un nuevo inicio; ¿contradictorio?...; ¡no lo es!, porque quienes no se den cuenta que la vida no es un tormento sino un regalo, quienes odien en lugar de amar, quienes teman en lugar de disfrutar quienes han ido dormidos por sus vidas; al final, cuando la muerte venga por ellos seguirán dormidos por la eternidad.

Así es, este pequeño suspiro al que llamamos vida y aquella eternidad a la que llamamos muerte no están separadas, no son distintas una de la otra; sino que interactúan entre sí, son el equilibrio del todo, una es parte de la otra; es decir, una no puede existir sin la otra, son hermanas que te han tomado de la mano y te acompañaran por siempre, cuando las personas dejan de vivir plenamente y se rinden, es pues, como si soltaras a una de ellas.

Solo unos cuantos han logrado entender con plenitud el ciclo eterno entre vida y muerte; solo algunos han comprendido que el limitado tiempo de la vida es para plantar los frutos, para aprender, para amar y entonces, caminar hacia la eternidad cosechando aquello que plantaste en vida, con los conocimientos que adquiriste, con el amor que diste y recibiste.

 ¡Nacer, crecer, reproducirse y morir!, etapas de la vida al fin y al cabo, una íntimamente relacionada con la otra; un circulo interminable y eterno.

¿Ahora ves que la vida es más de lo que creías?, no estamos aquí simplemente porque si, no somos una coincidencia, ¡no somos un accidente!; andar por la vida temerosos de ella y llegar al final creyendo que iras al cielo a vivir eternamente sin haber vivido aquí primero es absurdo y paradójico.

La vida tiene más sentido de lo que creen la mayoría de las personas, las coincidencias no existen, todo tiene una razón de ser, incluso nosotros, incluso nuestros miedos y errores tienen una razón de ser; superarlos y aprender de ellos.

Si no plantaste nada en vida, si no aprendiste nada en vida, si no amaste en vida ¿Cómo pretender acceder a una vida eterna?; ¿acaso es posible tener acceso a la última etapa de la vida si en la misma vida estuviste más muerto que vivo?, rezar, pedir perdón al ente todopoderoso para que te otorgue el perdón de una vida que llevaste sin sentido en la que solo fuiste un observador, en la que te soñabas a ti mismo, pretendiendo “tener una vida eterna” en el cielo, pretendiendo ser feliz en la eternidad sin haber aprendido nada en el limitado tiempo de la vida terrenal es como pretender a correr antes de caminar.

Las personas creen que en el cielo serán felices, que dejaran de sentirse solos y asustados, y que al fin encontraran un significado a la vida; apartan de sus vistas que no es posible llegar sin antes haber partido, que es imposible terminar sin haber siquiera empezado, olvidan que jamás intentaron ser uno con el todo, que las etapas de la vida existen y deben ser vividas a plenitud.

Para poder tener acceso a las etapas de la vida plenamente es necesario que no dejemos de soñar, que esos sueños sean el motor que nos impulse, para verlos cumplidos; que aprendamos a amar y dejemos de odiar.

Si soñamos le damos forma al mundo, le damos forma al universo, intervenimos directamente en la construcción del infinito, le damos vida a la vida misma; nos volvemos participantes directos en el plan celestial; nos volvemos influyentes en la construcción de la eternidad.

Si soñamos y luchamos por cumplir esos sueños nos volvemos el motor del todo; nos convertimos en seres que dejan de ser espectadores en la construcción del futuro y tomamos parte de ella, dejar de soñar es dejar de vivir, es perder el motor que nos impulsa, es adentrase en la desesperanza y el miedo.

Aprendamos a soñar nuevamente y enseñemos que los sueños se hacen realidad si luchas por ellos, demostrémosles a los Dioses que hemos creado que no los necesitamos, que somos los dueños de nuestros destinos y que no necesitamos de seres supremos para otorgarnos la eternidad; que hemos comprendido que el final no es más que otro principio y que hemos encontrado la respuesta del ¿por qué estamos aquí? sin su ayuda.

Hagamos del amor nuestra única bandera, superemos nuestros miedos e inseguridades y recordemos este sentimiento primario que nos trajo aquí desde un principio, aprendamos todo lo que haya que aprender del amor, hagámonos más fuertes con su ayuda y demos miras al futuro sin miedos.

Veamos a la vida como un todo; si, esas cuatro etapas son una misma, cada una complementaria con la otra, un círculo eterno que nos otorga la posibilidad de vivir para aprender y morir para despertar, no veamos una etapa como distinta a la otra, dejemos de buscar dividirla cuando es una sola.

Una vez que entendamos y que dejemos de quejarnos de nuestras vidas y nuestros destinos, cuando aprendamos a soñar de nuevo y a luchar por esos sueños, cuando comencemos a amar, veremos al mundo como realmente es, nos daremos cuenta que el sol brilla más de lo que pensamos, que las estrellas están ahí para nosotros, que los que se han ido nos esperan y no nos han olvidado, veremos la composición misma de la creación pues nosotros también somos parte de ella.

Aprendamos que ser y pretender ser no es lo mismo, que vivir y pretender vivir tampoco lo es, seamos parte de este camino y disfrutemos de sus bondades y de sus desgracias, disfrutemos de principio a fin este regalo al que llamamos vida y así, tal vez podremos olvidarnos de todos aquellos sentimientos que nos hicieron sufrir y solamente existirán en nosotros aquellos que nos hicieron felices, olvidaremos aquellos recuerdos que nos causaron dolor y recordaremos solo los que nos causaron dicha, seremos al final creadores y no creados.

Finalmente, una vez que todas las personas comprendamos que la vida es un camino que se debe recorrer con dicha y plenitud será que entenderemos aquello que los sabios han querido decir, comprenderemos que las fronteras desde el cielo no existen y que todos somos parte del mundo y no habitantes de un lugar determinado, una vez que aprendamos a entender nuestras vidas y a dejar de sufrir por ellas y comencemos a disfrutarlas, comprenderemos que las banderas y naciones son simplemente nombres y símbolos que nosotros mismos hemos inventado para intentar vivir en armonía con los demás; una vez que entendamos todo lo que significa vivir no habrá necesidad de que existan leyes pues aprenderemos a convivir entre nosotros.

En el momento en el que dejemos de lado todas las dudas y miedos que existen en nuestro ser; será entonces que veremos al mundo diferente, como realmente es y no como nosotros lo queremos percibir.

La vida está llena de altibajos que simplemente son parte de este camino que todos recorremos; algunos durante un tiempo más corto que otros, pero al fin y al cabo, todos experimentamos vivencias, sentimientos, momentos que se quedan en nuestras mentes durante el resto de nuestras vidas y terminan siendo los recuerdos que nos transportan al pasado.

 Nadie dijo que vivir sería fácil, ni tampoco nadie nos dijo que algunas veces veríamos la vida con desdén, nadie nos prepara en realidad para afrontar el día a día; somos nosotros quienes debemos entender de lo que se trata estar aquí; somos nosotros quienes debemos darle sentido a la vida.

Al final seguiremos este camino todos por igual, encontraremos en él penas y alegrías que nos formaran y harán que nos volvamos más fuertes o que nos rindamos; la decisión es solo nuestra, podemos elegir vivir plenamente, aprender de cada paso que demos, amar profundamente y elegir ser mejores cada día hasta alcanzar a los mismos dioses; o bien, seremos nosotros quienes elijamos temerle a la vida, odiar e ir por la vida dormidos sin darle sentido a lo que hacemos; esta en nuestro poder elegir el sueño eterno o despertar finalmente.

Al decir verdad, no hay un tiempo límite para elegir ser plenos, no hay secretos para alcanzar la felicidad, no hay secretos para alejar la soledad que aqueja nuestras vidas, no existe nada que no podamos hacer; simplemente debemos recordar que estar aquí fue nuestro primer triunfo, que despertar cada mañana es un regalo más; debemos recordar que podemos ser tan perfectos o imperfectos como nosotros queramos.

Mientras que para unos el viaje empieza, para otros termina; ya sea anticipadamente o porque simplemente se rindieron; mientras que algunos odian otros aman, mientras que algunos lloran otros ríen, mientras que unos viven otros mueren; eso es la vida, este ciclo que para algunos es eterno y que para otros terminó antes de empezar.

Hoy es tiempo de ver las cosas de otra forma, es el momento de entendernos para entender a los demás; no hay límites para lo que podemos lograr si aprendemos a entender durante este corto tiempo lo que significa vivir; se trata de encontrar el camino correcto que te lleve por cada etapa hasta la eternidad; hasta trascender más allá de los límites impuestos por aquellos quienes vivieron temerosos y sin entender; aquellos quienes crearon el mundo que percibimos y que nos han impedido verlo como en realidad es. Es tiempo de deshacernos de las ataduras que nos impiden ser felices.

Somos nosotros quienes tenemos el poder de lograr alcanzar la felicidad, somos nosotros quienes debemos cambiar para después cambiar al mundo y verlo como en realidad es; no como un lugar frio y lleno de miedo, sino como la cuna que nos ha mantenido y que nos prepara para enfrentar la etapa final de nuestras vidas, acompañándonos hasta el final de los tiempos, no somos un ser superior, sino como una madre que nos ha acogido en su seno desde el primer segundo de vida.

Cuando al fin abramos los ojos y participemos directamente en nuestras vidas, cuando dejemos de estar muertos en vida y comencemos a creer en nosotros en lugar de en un ser supremo será cuando dejaremos de temerle al futuro dejaremos de estar solos para convertirnos en uno con el todo y reclamaremos nuestro lugar en la maquinaria misma del universo como parte fundamental de él.

Tomemos en nuestras manos nuestros destinos, creamos en nosotros mismo porque somos nosotros los creadores de aquellos a quienes consideramos dioses; no permitamos que la soledad, el miedo y el odio se apoderen de nuestras vidas y nos orillen a los miedos más profundos de nuestro ser.

Alcancemos aquello que creíamos inalcanzable, vivamos con plenitud este camino, dejemos de creer que la perfección es solo para los dioses porque nosotros somos el fruto de perfecto de la creación y nadie más que nosotros tiene en sus manos la posibilidad de ser felices

Si dejamos de ver a la vida como una carga y comenzamos a verla como el regalo que en realidad es; toda la soledad que sentimos en nuestros corazones se disipara y dará cabida a sentirnos completos, dejaremos de temer por el futuro pues nos daremos cuenta que no existe el fina y reclamaremos nuestro lugar en la creación.

Dejemos de ser muertos en vida y vivamos en realidad pues la soledad y el miedo no desaparecerán hasta que nosotros los hagamos desaparecer, luchemos día con día para cumplir nuestros sueños y jamás nos permitamos dejar de soñar; que no nos importe la edad, que no sea un pretexto para dejar de asombrarnos con las maravillas que esta vida nos tiene preparadas, recobremos el brillo de nuestros ojos que creíamos perdido y sigamos adelante aun y cuando las adversidades nos tomen por sorpresa; recordemos que todos estamos conectados y que cada cosa que hacemos, por muy pequeña que esta sea, afecta al mundo y la realidad de todos, y finalmente, recordemos que somos nosotros quienes le damos forma al universo con nuestras acciones.

La vida es esto, un camino que podemos hacer tan largo o corto como queramos, tan feliz o triste como deseemos; tan corto o eterno como nuestros sueños nos permitan; estamos aquí para crear y ser creadores, somos el motor que impulsa al universo y a Dios, no estamos solos, no estamos aquí sin ninguna razón, somos aquellos que alcanzaremos las estrellas, somos aquellos que alcanzaremos la eternidad.

Los seres humanos en el corto tiempo de la vida amamos, reímos, lloramos, odiamos, luchamos, ganamos y perdemos; todo en un tiempo tan corto, en un tiempo tan ínfimo que parece imposible que una sola persona pueda ser contenedor de tantos sentimientos y pensamientos, un tiempo limitado que se escapa de nosotros como el agua de nuestras manos; un tiempo que siendo usado a plenitud podría darnos la eternidad.

Hemos explorado hasta ahora, en unas cuantas líneas el camino de la vida, desde que nacemos hasta que morimos; si usted ha atendido a las letras que expongo se dará cuenta que en todo este trabajo hablo de cosas que usted ya sabía, estudio sentimientos y pensamientos que usted ha experimentado durante su corta o larga vida, no hablo de nada nuevo; simplemente le recuerdo aquello que usted sin saber ha olvidado o bien, tal vez se ha obligado a olvidar.

Si cada línea de estas letras que ha leído le han hecho recordar aquello que creía olvidado y le han regresado los ánimos que había perdido, recuerde que esta es simplemente la historia de una vida; ¡imagine lo que lograra si vive la suya!.


Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.

jueves, 12 de marzo de 2015

Frases del Licenciado Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.

El ejercicio de la Abogacía se realiza mediante el estudio y la reflexión; a veces mediante la observación de la conducta humana y otras veces mediante la crítica.

El Derecho es una rama tan amplia y compleja como los seres humanos pues éste ha sido creado precisamente para encuadrar las conductas de las personas para su interacción con las demás y para lograr que esa interacción sea lo más pacifica posible.

Sin lugar a dudas el Abogado es un incansable estudiante y un formidable observador de la conducta de los hombres.

En esta ocasión comparto algunas de las frases que me he venido planteando y con las que ejerzo diariamente ésta hermosa profesión, frases que han sido forjadas mediante la ética y el profesionalismo en el ejercicio de la Abogacía y que son mi visión personal de nuestro país y del mundo en que vivimos.

Ciertamente no existe un orden temático de las frases que ahora comparto y simplemente son producto de las vivencias diarias que he vivido y vivo como Abogado. Algunas plantean aspectos éticos sobre los litigantes, otras son críticas y otras más filosóficas, pero todas representan el sentir desde la perspectiva de uno de tantos Abogados que espera ejercer su profesión siguiendo los aspectos éticos, morales y profesionales que rigen ésta noble carrera.

Finalmente, espero que aquellos que lean estas palabras ya sean Abogados con muchos años de experiencia, recién titulados, estudiantes o cualquier otra persona, les ayuden a reflexionar, a mantener la mente abierta y a formarse criterios propios sobre el país y el mundo en el que vivimos.

“El impulso que le da vida al texto legal de una nación es la protección a los derechos de sus ciudadanos; entendiéndose que si tales derechos se ven lesionados por el Estado en detrimento de sus gobernados, entonces tanto las leyes como quienes las aplican son inconsistentes con los derechos más íntimos del ser humano; y por tanto, deberán considerarse en contra de aquellos”.
-Héctor Robles-

“Que pobre es aquel abogado que litiga sin conocimiento, pues la abogacía se ejerce con estudio, esfuerzo y dedicación; siendo la ética producto de estos tres deberes del profesional”.
-Héctor Robles-

“La interpretación jurídica no debe caer en manos de quien no entiende lo que es justo de lo injusto”.
-Héctor Robles-

“Y después de tanto tiempo el estudio de la Ley sigue siendo mi mejor amante”.
-Héctor Robles-

“La Ley es imperfecta, pues es creación del hombre cuya naturaleza es ser imperfecto”.
-Héctor Robles-

“Cuando en el mundo dejen de existir las personas justas el camino de la paz se verá interrumpido irremediablemente”.
-Héctor Robles-

“Aquel país que no respeta los derechos de sus gobernados es tan vano como quien representa a ese Estado”.
-Héctor Robles-

“¿Cómo debe cumplir el Abogado con su deber?:
El abogado debe cumplir con su deber estudiando de manera incansable, pues debe recordar que su profesión se ejerce con el pensamiento crítico y reflexivo, debe sumergirse en el estudio de las leyes, la doctrina, la jurisprudencia, la costumbre, asimismo, debe recordar que la abogacía a diferencia de cualquier otra rama de estudio filosófico o científico se encuentra en constante interacción con variadas ramas del conocimiento, incluyendo las matemáticas, y que el Derecho es tan amplio como la conducta humana, tan basto como los mismos seres humanos lo somos”.
-Héctor Robles-

“La piedra angular de toda nación es el pueblo; pues del pueblo y por el pueblo fue constituido. Cuando una nación no reconoce, respeta y otorga a sus gobernados los derechos que legítimamente les pertenecen; se debe considerar que su existencia es inútil”.
-Héctor Robles-

“La Constitución es aquel ordenamiento jurídico superior de donde emanan todas las leyes de un país; pero esto no significa que estas últimas estén adecuadas y persigan el respeto a los Derechos Humanos que reconoce la Carta Magna”.
-Héctor Robles-

“Los derechos fundamentales de las personas deben ser la base del Derecho de las naciones”.
-Héctor Robles-

“El derecho a la libertad es tan importante y trascendente como el de la vida, pues los seres humanos somos por naturaleza seres libres”.
-Héctor Robles-

“El Abogado es el intérprete de la ley que sigue los pasos de la justicia para la defensa de su cliente frente al Juez y su adversario; es el honorable guardián de los secretos de sus clientes y un importante eslabón en la sociedad como el incansable estudioso y creador del Derecho”.
-Héctor Robles-

“Cuando una autoridad sobrepasa sus facultades y lesiona los Derechos Humanos de las personas y los Órganos Jurisdiccionales no actúan en favor de los afectados, es cuando el Derecho pierde su sentido y su razón de ser”.
-Héctor Robles-

“La ley no debe verse como un todo perfecto, sino como una guía para que los hombres puedan vivir en sociedad”.
-Héctor Robles-

“El abogado es un caballero en armadura, y no podrá ejercer su deber si no toma como estandarte a la justicia, como escudo al Derecho, como armadura a la Ley y como casco al conocimiento”.
-Héctor Robles-

“Los profesionales del Derecho no debemos olvidar nuestra responsabilidad para con la sociedad, la cual espera de los Abogados la interpretación correcta del texto legal, la justicia como base de su actuar y el respeto a los Tribunales y a su contra parte”.
-Héctor Robles-

“La ley debe buscar por sobre todas las cosas el respeto de los Derechos Humanos de las personas y la justicia”.
-Héctor Robles-

“El Derecho es una ciencia más compleja que las matemáticas o la física, pues ésta trata sobre la conducta del hombre y su interacción con los demás, y el hombre es más complejo que cualquier otra ciencia”.
-Héctor Robles-


Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.


lunes, 5 de enero de 2015

Sobre el Abogado, misión y deberes.

¿Protestáis solemnemente y bajo vuestra palabra de honor, que al ejercer la profesión de licenciado en Derecho, tendréis como norma suprema de vuestra conducta no solo la ley, sino también la moral y la justicia?
Si así fuere que la Nación os lo premie y si no, os lo demande”.

Concepto de Abogado.

Abogado proviene del latín “advocatus” que significa llamado en auxilio, es aquella persona que ejerce profesionalmente defensa jurídica de una de las partes en juicio, así como los procesos judiciales y administrativos ocasionados o sufridos por ella. Además, asesora y da consejo en materias jurídicas.

El Abogado Interviene en la resolución de conflictos judiciales y extrajudiciales, la función pública, la magistratura, la enseñanza y la investigación. Se encargan de defender los intereses de una de las partes en litigio. Al ser el abogado un profesional específicamente preparado y especializado en cuestiones jurídicas, es el único profesional que puede ofrecer un enfoque adecuado del problema legal que tiene el “justiciable”.

El abogado, como miembro de una profesión que sirve al interés público de la justicia, tiene obligaciones no sólo frente al cliente, sus compañeros y otros profesionales del derecho, jueces y tribunales, poderes públicos y colegios de abogados, sino también frente a la sociedad.

El abogado es el “puente” entre el derecho, la ley, la sociedad y la justicia.

El abogado es un amplio conocedor de la ley, estudioso de la doctrina y fiel seguidor de la jurisprudencia; interprete de las leyes, actor y observador de la conducta humana. Y por ello, debe ser un fiel creyente de la justicia sobre la injusticia.

Ser “Licenciado en Derecho” no debe significar para quienes desean convertirse en parte de este selecto grupo únicamente en una forma “profesional” de ganar dinero, ésta noble profesión debe ser ejercida con la mayor conciencia posible respecto de las necesidades de las personas, su forma de interactuar y su forma de percibir las normas creadas para mantener la convivencia de la sociedad; la abogacía debe ser practicada con respeto pero sin temor, debe ser respetada primeramente por el profesionista para que ésta sea respetada por los demás; pues si los abogados no respetan su profesión siendo éticos y profesionales en su ejercicio, nadie más la respetará.

Ética del Abogado.

A pesar de las enormes críticas a tan respetable profesión, los abogados son una pieza fundamental de la sociedad, pues son ellos quienes le dan forma a la percepción  humana sobre las leyes y el Derecho, son ellos quienes tienen en sus manos la posibilidad de interpretar la ley en favor o en contra de la justicia; son ellos quienes ante los ojos de la sociedad que cada día se ve más descontenta con su noble profesión, deben cumplir y hacer cumplir las leyes.

Muy lamentable es que ésta profesión se vea manchada con el actuar de unos cuantos, pero que afecta a todos los abogados; pero también y con mayor razón, es muy lamentable que esos pocos actúen en contra del compromiso que adquirieron al convertirse en abogados.

El Abogado es el intérprete de la ley que sigue los pasos de la justicia para la defensa de su cliente frente al Juez y su adversario; es el honorable guardián de los secretos de sus clientes y un importante eslabón en la sociedad como el incansable estudioso y creador del Derecho.

Desde antaño, el vulgo acuñó la frase “advocatus en non latro res miranda populo” (Abogado y no ladrón, digno es de admirarse).
(Miguel Ángel Hernández Romo - la Lógica y la Ética del Abogado pg. 389)

Los abogados deben ser pensadores incansables, reflexivos, críticos y autocríticos e intuitivos en su razonar, pues su mayor herramienta de trabajo es su conocimiento, aquel abogado que no cuenta con conocimiento, que no se sumerja en el estudio de las leyes, que no es crítico y autocritico, entonces; no puede llamarse ni merece ser llamado abogado.

Abogado que no piensa, que no tiene ideas, que no formula juicios y estructura silogismos, no puede llamarse abogado y apenas si podría llamarse ser humano, toda vez que el hombre es un animal racional, un ser pensante.
(Miguel Ángel Hernández Romo - la Lógica y la Ética del Abogado pg. 392)

Hablar de ética es difícil, pues ésta habla sobre la rectitud del actuar de los seres humanos para sí mismos y para los demás; es la forma en la que las personas se desarrollan en la vida cotidiana, ya sea siguiendo los principios morales naturales o bien, los que la misma sociedad ha creado.

Los abogados se deben a la sociedad, al Derecho, a las leyes; a su profesión. Esta profesión debe ser desarrollada con orgullo, con respeto a las leyes pero al mismo tiempo sin temor a interpretarlas en beneficio de la sociedad. El experto en Derecho debe satisfacer los intereses de su cliente, pero al mismo tiempo debe respetar los de su contra parte; debe exigir el cumplimiento de la ley pero jamás exigirlo cuando ésta sea en perjuicio de la justicia. Su ética debe  concentrarse en desarrollarse adecuadamente frente a las necesidades de la sociedad.

La ética o filosofía moral es la “ciencia filosófica” que trata de la rectitud (bondad o malicia) de los actos humanos.

El filosofo Salvador Rahaim en su obra “Sexo, Usos y Abusos”, página 54 y siguientes; señala:

“En todos los seres que integran el mundo se da en la realidad algo que les es conveniente, algo que, por el contrario, les es adverso: Así a las plantas y a los animales les conviene el alimento, les daña el fuego que los quema. Igualmente verdadero y real es que no a todos conviene o daña una misma cosa por igual. Así, el azúcar aprovecha a un sano, dañara a un diabético. El arsénico dañara a un sano, curara a un enfermo. Es preciso ver que conviene a un ser; lo le es adverso se llama malo, eso es su mal. Bien y mal dicen conveniencia o disconveniencia respecto de un ser. Y conforme lo que es cada ser, a su naturaleza, será lo que le sirva o le dañe.
En este mundo visible hay un ser que engloba las características de los demás seres y los supera a todos; el hombre. Con las plantas tiene vida vegetativa, con los animales, sensitiva. Pero a unos y a otros supera por la inteligencia y la libertad. Solo el hombre es capaz de raciocinar, y por ello de progresar. Solo el hombre es libre, independiente en su obrar. Por ello, solo al hombre se le dictan leyes para que obedezca y se le sanciona según las guarde o las viole. Sería ridículo expedir una ley que ordenara a los perros que no ladren o a los asnos que caminen por la izquierda.
Queda pues asentado, que la bondad o malicia o indiferencia moral se refiere a los actos del hombre en cuanto a libres y en cuanto marcados con el sello de la libre determinación; en cuanto alineados hacia un fin marcado por su misma condición de criatura, pero libre”.

Tenemos pues, hasta aquí: moralidad es la cualidad que tienen las acciones humanas, las propias del hombre, las especificas en cuanto a que proceden de la libre voluntad y con miras a su fin último. A eso llamamos los hombres moralidad. Son buenos o malos mis actos libres, morales según que convengan o no a mi naturaleza de ser libre y en cuento libre.

Ética y moralidad son dos conceptos que aunque diferentes tratan de un mismo fin; “que los actos humanos sean buenos respecto de su interacciono n los demás”; es decir, que el actuar de las personas sea adecuado para su interacción con los demás. Los abogados por su parte deben ser morales y éticos en su actuar, porque la moral y la sociedad así se lo exigen y deben exigirle, los juristas deben anteponer los actos justos sobre los injustos, actuar de buena fe para con su cliente y su adversario, evitando con ellos lesionar los derechos más íntimos de las personas y observando la moral y la ética en sus actos.

Villoro Toranzo en su libro “Deontología Jurídica”, pagina 154 señala:

“El contenido moral del Derecho Penal es patente. Robos, homicidios, tráfico de enervantes, corrupción de menores , abuso de autoridad, falsificación de diversa especie, atentados al pudor, bigamia, lesiones, calumnia, abuso de confianza, etc., son conductas que el derecho llama delictuosas y la moral inmorales. El delito no es más que una conducta que la comunidad considera inmoral, pero no solo nociva para el individuo que la comete, sino también nociva para la comunidad. Entonces, la comunidad quiere que esa conducta sea prohibida y castigada, la declara delictuosa y señala penas para quienes la cometen”.
“El contenido moral de otras ramas del derecho también es fácil de detectar. Tras las instituciones del Derecho Civil se encuentra la protección de los valores morales de la familia y de la responsabilidad contractual. Y aunque las instituciones mercantiles, tales como los títulos de crédito, son obra del artificio humano, lo que se protege jurídicamente en ellas es de nuevo la responsabilidad contractual, la cual en fin de cuentas es moral. El derecho del trabajo vela por la dignidad de los trabajadores, valor moral si hay alguno; al Administrativo pone los medios (servicios sociales, concesiones, etc.), para que los miembros de la comunidad puedan convivir y desarrollarse en un ambiente social más constructivo, es decir, tiene como meta las mejores condiciones para el desarrollo moral. En cuanto al Derecho Constitucional toda constitución es un proyecto de convivencia social que debe implementarse para el bien (moral) de los miembros de la comunidad y sus grandes principios son todos morales: limitaciones a la autoridad, garantías a los súbditos, organización responsable de estos en la participación de las decisiones políticas. Hasta el Derecho Procesal tiene contenido moral. El plazo que se da al demandado para contestar la demanda tiene como fundamento dos principios morales: el derecho del demandado a defenderse y la impartición pronta de la justicia. Una exhibición de pruebas es una manera de defender la veracidad de lo afirmado, la cual es también cuestión moral”.
“Las relaciones entre Derecho y moral equivalen a las relaciones entre la justicia y el bien común por una parte y el bien personal por la otra. Lo que el hombre hace justamente frente a sus semejantes contribuye a su bien personal, se traduce en relaciones de justicia”
(Preciado Hernández O.C, pag. 256 y 257)

Por tanto, el abogado debe buscar el bien de la sociedad en sus actos, pues al ser el intérprete y en muchas ocasiones el creador del Derecho por excelencia, es su obligación moral el dirigir sus capacidades para el principio más básico e imprescindible en el Derecho: la justicia. Así, los actos de los abogados determinaran su grado de ética y moralidad cuando éstos sean realizados en pro o en perjuicio de los valores humano-morales.

¿Qué es un valor humano-moral o natural?; son los sentimientos fundamentales que los seres humanos contamos desde el nacimiento; estos se encuentran insertos en nosotros, se podría decir que “ya nacemos con ellos”, y solamente son reforzados o disminuidos con la educación familiar/escolar. Estos valores se encuentran insertos en todos los seres humanos, podría entenderse como lo que los creyentes consideran como “alma”. Estos valores no necesitan ser enseñados pues están grabados en las personas, sus bases fundamentales son la diferenciación entre lo que es bueno y malo (bien y mal), el valor de la vida, el amor y la verdad. Por desgracia, con el paso del tiempo y la falta de educación sobre los valores humano-morales, la falta de reforzamiento por pare de la familia y la escuela, hacen que estos valores se vean olvidados por algunas personas.

Con los profesionales del Derecho pasa lo mismo, el estudiante de la licenciatura acude diariamente a tomar clases, se le imparte teoría, algunas veces complementada esa teoría con práctica, se examina al alumno para probar sus conocimientos, pero pocos o casi nadie enseña los valores que el abogado debe seguir, pocos profesores y Universidades se ocupan de decirle al estudiante que es lo que sucede en el mundo profesional de los postulantes, pocos advierten a sus alumnos de la corrupción de algunos Jueces o Magistrados, o de los mismos Abogados e incuso de los clientes; son pocos los profesores y las Universidades que preparan al alumno para que sea ético, moral y profesional en el desarrollo de su profesión.

Rafael Bielsa, citado por Villoro Toranzo en su obra “Deontología Jurídica”, páginas 22 a 23, señala:

“La falta de moral del pintor, del matemático, no empaña su obra. Las flaquezas del artista son independientes del cuadro que pintó. Pero la separación absoluta del hombre y su obra no es admisible en el jurisconsulto, porque el derecho es la primera de las ciencias morales destinadas a regir a los hombres y con mayor razón a sus conciudadanos. El hombre de Derecho rebaja su obra o la eleva, con su actitud en la vida pública (y también en la privada)”.
“Aunque es verdad que una golondrina no hace verano, también es verdad que las faltas personales de los miembros de una profesión –sobre todo si son repetidas- acaban proyectando desprestigio sobre toda la profesión. No se puede esperar que la opinión pública tenga en gran estima una determinada profesión, cuando miembros de la misma en su conducta privada y pública no proceden conforme a los ideales que su profesión exige. Aunque son muchos los jueces rectos y honrados, será suficiente la denuncia en la prensa de algunos casos de jueces corruptos para que la opinión pública pierda confianza en toda la judicatura. Por eso, con todo derecho, los miembros de una profesión buscan y luchan por el prestigio profesional y se sirven de la Deontología como un medio para obtenerlo”.

Ángel Ossorio ex-decano del Colegio de Madrid, citado por Villoro Toranzo en su obra “Deontología Jurídica”, página 177 expresa:

“La primera condición del hombre del foro es la veracidad… somos voceros de la verdad, no del engaño, se nos confía que pongamos las cosas en orden, que procuremos dar a cada cual lo suyo, que se abra paso la razón, que triunfe el bien. ¿Cómo armonizar tan altos fines con un predominio del embuste”? Y continúa el excelso jurista: ¿Para qué estamos los abogados? ¿Para qué prospere la razón de quien nos paga o para procurar que haya justicia? Estamos para lo segundo. Somos ministros de la justicia a través del interés particular; no tenemos el derecho de poner nuestras aptitudes, nuestras facultades al servicio de la injusticia o del error conscientemente; eso no es licito”.
“Sin justicia no se puede vivir. Es para el hombre algo tan esencial como el aire respirable. Ser ministro de la justicia es algo trascendental, definitivo. No se puede ser Juez, Fiscal ni abogado sin el orgullo de estar desempeñando las funciones más nobles y más importantes para la humanidad”.

Villoro Toranzo en su excelsa obra “Lecciones de Filosofía del Derecho”, pagina 491, de manera magistral dice:

“El Derecho es el mínimo de amor exigido en sociedad. En efecto, es a partir del amor  como aparece la justicia. En último término ni la razón ni la experiencia tienen la clave de lo justo y del derecho. Esa clave la tiene el amor. El amor no debe ser confundido con la emotividad, aunque ésta puede acompañarlo. El amor es la dimensión por excelencia del ser humano y como tal, lejos de oponerse a lo racional, es una actitud esencialmente racional. El amor permite al ser humano abrirse a lo absoluto y por esa abertura imprime en el ser humano una dignidad  de que carecen otras especies animales. La fórmula aristotélica del ser humano como “animal racional” debe ser completada con la fórmula más exacta de “un animal capaz de amar”. En la realización de esta capacidad reside la grandeza del ser humano, la justificación de su existencia y su poderío, el progreso del Derecho y el desarrollo de la civilización. Sin amor nos rebajamos al nivel de brutos. Con amor, damos sentido a nuestra vida y al derecho. Todo esfuerzo por explicar al derecho como orden racional o como producto de fuerza histórica será incompleto, porque le falta lo más importante, que es su inspiración en la justicia, la cual a su vez, no es más que una forma de amor”.

Pues bien, el jurista debe enorgullecerse de su profesión, amarla, respetarla, amar y respetar a la justicia y a la ley por sobre todas las cosas, respetar a la sociedad y su compromiso con ella, debe poner ante cualquier interés particular el de la justicia; pues debe recordar que de su noble profesión, de su ética y su profesionalismo, puede depender la libertad, el patrimonio e incluso la vida de su cliente y siempre que actúe con respeto a su profesión, y a los valores que de ella se desprenden, la razón le será dada.

Además de la ética, el profesional del derecho debe ser honrado, pues ambos conceptos (ética y honradez) son complementarios el uno del otro.

Como ya se ha mencionado, la ética es la “ciencia filosófica” que trata de la rectitud (bondad o malicia) de los actos humanos; y la honradez es la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar. Quien es honrado se muestra como una persona recta y justa, que se guía por aquello considerado como correcto y adecuado a nivel social. Es decir, aquel abogado que es recto y justo en su actuar, y que dicho actuar lo realiza sin malicia y apegado a los principios morales, se dirá que es ético y por lo tanto también será honrado.

Ambos conceptos se conjugan para determinar la forma de actuar de los juristas, los cuales deberán de actuar de acuerdo a los principios morales de justicia, libertad, igualdad y amor, principios que juntos hacen que los actos de los abogados sean adecuados para los requerimientos de la sociedad y que además, sean también congruentes con las leyes. Pero cuando las leyes sean contrarias de los principios antes mencionados, serán los abogados quienes tendrán la responsabilidad moral, profesional y ética de combatir dichos actos, informar a las autoridades competentes para evitar contravenciones a los principios humano-morales, así como de informarle a la sociedad de ello.

El Código de Ética Profesional de La Asamblea General Extraordinaria De La Barra Mexicana, Colegio de Abogados, establece en su artículo 3° respecto de la honradez; lo siguiente:

Art. 3º- Honradez

El abogado debe obrar con probidad y buena fe. No ha de aconsejar actos dolosos, afirmar o negar con falsedad, hacer citas inexactas, mutiladas o maliciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la buena y expedita administración de justicia.

Así, en el desarrollo de su profesión, el abogado debe recordar que se debe a la sociedad pues él mismo es parte de ella, es el protector de ésta frente a los actos injustos y debe ante todo combatir esos actos injustos con las leyes y cuando estas sean las que son injustas, deberá combatirlas con los valores de justicia, igualdad, libertad y amor.

Principios y Valores que el abogado debe observar en el ejercicio de su profesión.

Como hemos estudiado anteriormente, los abogados deben actuar de manera ética; es decir, que sus actos sean de beneficio para la sociedad y jamás en perjuicio de las cosas justas. La ética es pues, aquella que engloba los principios fundamentales del actuar de los abogados, pero la cual no se puede alcanzar sin ejercerlos cada uno de manera adecuada.

Asimismo, el abogado debe basar sus actos en ciertos principios, los cuales le ayudaran a alcanzar el nivel de ética y profesionalismo reclamado por la sociedad. Algunos de esos principios son los siguientes:

Honradez: es la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar. Quien es honrado se muestra como una persona recta y justa, que se guía por aquello considerado como correcto y adecuado a nivel social.

Los abogados deben ejercer su profesión, respetando tanto a su cliente como a su contraparte, al juez y a la justicia; pues debe recordar que es él quien le da forma al Derecho. Aquel que ejerce este valor conforme a los lineamientos sociales, éticos y morales alcanzará no solo la confianza de su cliente, sino también de su contraparte y del juez quienes lo verán como un servidor del Derecho y la Justicia.

Así, el artículo 3° del Código de Ética Profesional emitido por la Asamblea General Extraordinaria de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, señala:

Art. 3º- Honradez

El abogado debe obrar con probidad y buena fe. No ha de aconsejar actos dolosos, afirmar o negar con falsedad, hacer citas inexactas, mutiladas o maliciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la buena y expedita administración de justicia.

Sinceridad: (El apego a la verdad y a la expresión sin fingimientos). Es uno de los componentes de la honradez. La persona honrada no miente ni incurre en falsedades, ya que una actitud semejante iría en contra de sus valores morales.

El abogado debe siempre comunicar a su cliente sobre el estado que guarda el asunto que puso en sus manos, se abstendrá de afirmar o negar con falsedad sobre los asuntos a su encargo, siempre se dirigirá a su cliente, contraparte y juez con la verdad sin cambiar, omitir, mutilar o fragmentar la verdad en su beneficio o el de su cliente.

Aquel abogado que es sincero actuará en beneficio de la verdad y por lo tanto, de las cosas justas.

Honestidad: proviene del término latino “honestĭtas”, es la cualidad de honesto. Por lo tanto, la palabra hace referencia a aquel que es decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto u honrado, según detalla el diccionario de la Real Academia Española (RAE).

El filósofo chino Confucio (551 A.C.-479 A.C.) ha distinguido entre tres niveles de honestidad. En un nivel más superficial (denominado Li), incluye a las acciones que una persona realiza con el objetivo de cumplir sus propios deseos, tanto en el corto como en el largo plazo, pero demostrando sinceridad.

Un nivel más profundo es el Yi, donde el actuante no busca su propio interés sino el principio moral de la justicia, basándose en la reciprocidad.

Por último, el nivel más profundo de la honestidad es el Ren, que requiere de auto comprensión previa para comprender a los demás. Este nivel implica que un hombre debe tratar a quienes se encuentran en un nivel inferior de la escala social de la misma forma que le gustaría que los superiores lo traten a él.

El abogado debe ser honesto para sí mismo y para su cliente respecto de los errores cometidos en el transcurso de un procedimiento. Asimismo, deberá comunicarle a su cliente o a quien le consulte respecto de un determinado tema si lo conoce o desconoce, evitando con ello malas recomendaciones jurídicas y legales que pudieran contraer mayor perjuicio que beneficio para el consultante.

Se dice que el abogado será honesto cuando comprenda la importancia de su profesión, cuando anteponga a la justicia como su principio fundamental y cuando se dirija con rectitud ante los órganos de impartición de justicia.

Profesionalismo: se utiliza para describir a todas aquellas prácticas, comportamientos y actitudes que se rigen por las normas preestablecidas del respeto, la mesura, la objetividad y la efectividad en la actividad que se desempeñe. El profesionalismo es la consecuencia directa de ser un profesional, un individuo que tiene una profesión particular y que la ejerce de acuerdo a las pautas socialmente establecidas para la misma. Las pautas de profesionalismo pueden llegar a ser muy variadas e ir desde aspectos físicos y de apariencia (tales como vestimenta) hasta actitudes morales y éticas (tales como el cumplimiento del deber en cualquier situación y realidad).

Los artículos 1° y 2° del Código de Ética Profesional emitido por la Asamblea General Extraordinaria de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados señalan:

Art. 1º- Esencia del deber profesional

El abogado ha de tener presente que es un servidor del derecho y un coadyuvante de la justicia; y que la esencia de su deber profesional es defender diligentemente y con estricto apego a las normas morales, los derechos de su cliente.

Art. 2º- Defensa del honor profesional

El abogado debe mantener el honor y la dignidad profesionales; no solamente es un derecho, sino un deber, combatir por todos los medios lícitos la conducta reprochable de jueces, funcionarios públicos y compañeros de profesión, y hacerla conocer, sin temor, a las autoridades competentes o a los Colegios de Abogados, apartándose de una actitud pasiva.

El abogado deberá comportarse a la altura de su profesión, evitando emitir criterios indecorosos sobre temas que no son de su competencia; pues él se debe a la justicia, a la ley y a la sociedad.

Respeto: proviene del latín “respectus” y significa “atención” o “consideración”. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, el respeto está relacionado con la veneración o el acatamiento que se hace a alguien. El respeto incluye miramiento, consideración y deferencia.

El abogado deberá dirigirse a su cliente, a su contraparte (incluyendo al o a los abogados), al Juez o Magistrado (o cualquiera que sea su denominación) con diligencia, consideración, deferencia y miramiento, siempre conservando frente a cualquiera de ellos la compostura y la cortesía. Debe evitar el uso de expresiones altisonantes, racistas, ególatras y despectivas, manteniendo frente a las partes la compostura propia de un profesional del Derecho.

Mesura: Según el Diccionario de la Lengua Española señala que mesura proviene del latín “mensura, medida”, y significa moderación, comedimiento, gravedad y compostura en la actitud y el semblante, reverencia, cortesía, demostración exterior de sumisión y respeto.

Cautela: Hasta el latín hay que marcharse para poder encontrar el origen etimológico del término cautela. En concreto, podemos ver que procede de la palabra “cautela”, que se usaba para referirse a la persona que tiene cuidado y prudencia. Aquella, a su vez, es fruto de la suma de la raíz del verbo “caveo”, que puede traducirse como “tener cuidado”, y del sufijo “-la”.

La cautela es la precaución y el cuidado en el proceder.

El abogado debe actuar con precaución en la defensa de su cliente, evitando a toda costa realizar acciones que pudieran acarrear en contra de su defendido mayores perjuicios que beneficios, exigiendo de los órganos de impartición de justicia que le reconozcan un derecho sobre su contraparte, pero jamás deberá exigir el reconocimiento de un derecho cuando éste sea en contra de la justicia.

Objetivo: Quien quiera conocer a fondo la palabra objetivo que vamos a analizar debe empezar por descubrir el origen etimológico de la misma. Este se halla en el latín y más concretamente en “obiectus” que se caracteriza porque está formado por lo que es el prefijo –ob que se traduce como “encima o sobre” y el verbo iacere cuyo significado es “lanzar o tirar”.

Por objetivo se entiende a todo aquello que está más allá de lo que uno sienta o piense. Es la forma de percibir las cosas sin poner los sentimientos propios sobre lo analizado.

El abogado podrá tomar cualquier asunto para su representación legal ante los órganos de impartición de justicia; pero se abstendrá de conocerlos cuando su objetividad se vea afectada por situaciones personales que le impidan actuar de acuerdo a los lineamientos ético-morales que rigen la abogacía.

Eficaz: Proviene del latín “efficacĭa”, la eficacia es la capacidad de alcanzar el efecto que espera o se desea tras la realización de una acción.

La abogacía se ejerce con conocimiento y experiencia, aquel abogado que no estudia y que no se forja en la práctica y crea criterios propios, fallara sin lugar a dudas en los resultados para con su cliente.

Eficiente: la noción de eficiencia tiene su origen en el término latino “efficientia” y refiere a la habilidad de contar con algo o alguien para obtener un resultado. El concepto también suele ser equiparado con el de fortaleza o el de acción.

El abogado se abstendrá en todo momento y ante cualquier cliente y asunto que pongan para su estudio de asegurar resultados sin razón de causa. Al mismo tiempo, actuara en defensa de su cliente haciendo uso eficiente delos recursos pactados con su cliente para la obtención del mejor resultado posible, basando siempre dichas posibilidades de obtención de un resultado favorable en las capacidades del abogado.

Capaz: Proviene del latin “capacitas”. La capacidad se entiende como las condiciones que una persona reúne para aprender y cultivar distintos campos del conocimiento.

El abogado deberá cultivar su conocimiento a raíz del estudio y de la experiencia, especializándose en una rama del Derecho, pero sin alejarse demasiado de las demás. Las capacidades del abogado no deberán ser medidas por el número de materias que maneja sino por el conocimiento que demuestre respecto de un problema determinado.

Asimismo, el abogado debe basar sus actos en los valores morales de justicia, igualdad, libertad y amor.

Justicia: Es la adaptación de la conducta del hombre a las exigencias de su naturaleza social. Como virtud, la justicia es – según explica Santo Tomas-, el hábito según el cual, alguien, con constante y perpetua voluntad, da a cada uno de su derecho. Y se entiende por “suyo” en relación con otro todo lo que le esta subordinando.

“En palabras de Luis Recaséns Siches en su tesis Axiología Jurídica y Derecho Natural, señala que el análisis de todas las doctrinas producidas sobre la justicia nos muestra que este tema presenta una identidad básica, la idea de justicia como una identidad básica, la idea de justicia como una pauta armónica- de igualdad simple y de igualdad proporcional-, un medio armónico de cambio y de distribución en las relaciones interhumanas, sea entre los individuos y los grupos, sea entre varios grupos, o, empleando la frase tradicional, el principio de dar a cada cual lo suyo o lo que se le debe. Sin embargo, por otra parte, nos encontramos sobre el hecho de que la controversia sobre problemas de justicia han sido, y siguen siendo, ardorosamente apasionadas, y están llenas de antítesis.

Sucede que la tarea de establecer una equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe, así como la tarea de lograr proporcionalidad en el reparto de los beneficios, de las funciones y de las cargas, presupone criterios para medir o evaluar las realidades que deben ser igualadas o armonizadas. Las meras ideas de igualdad, de proporcionalidad o de armonía, no nos suministran ningún criterio de mensura mediante el cual podamos determinar la equivalencia, o la proporcionalidad, o la armonía.

Tampoco es suficiente decir que a cada uno se le debe dar “lo suyo”, porque este principio no define lo que deba ser considerado como singularmente suyo de cada cual. Claro que sujetos, cosas y situaciones iguales deben ser tratados de igual manera, y que sujetos, cosas y situaciones desiguales deben ser tratados de modo diferente, según sus respectivas diversidades. Pero el problema consiste en averiguar cuáles son las igualdades relevantes para el Derecho, cuales son las desigualdades irrelevantes, y cuáles son las otras desigualdades de las que el Derecho debe tomar cuenta y razón”.

Igualdad: Para Burgoa Orihuela, la igualdad es, de acuerdo al texto del artículo 1° Constitucional “la posibilidad y capacidad que tiene una persona individualmente considerada de ser titular de derechos y de contraer obligaciones que corresponden a otros sujetos numéricamente indeterminados que se encuentran en una misma situación jurídica”.
(Burgoa Orihuela, Las Garantías Individuales, 16ª. Ed., Porrúa, México, 1982, p. 102)

Libertad: Parafraseando a Arthur Schopenhauer, solemos decir que “La libertad es la conciencia lanzada a través de la existencia”. O siguiendo a Immanuel Kant: “...la libertad es la facultad de iniciar por sí mismo una serie de cambios. “O bien como sentencia el controvertido Federico Nietzsche: “El hombre es la criatura más libre que conozco “lástima que siempre lo encuentre encadenado”.

Este concepto conlleva tres aspectos principales: podemos hablar de libertad física, libertad intelectual y libertad moral.

Por libertad física se entiende la falta de obstáculos materiales que impiden el hacer y el actuar de una persona.

La libertad intelectual consiste básicamente en la capacidad de decidir, que deriva, a su vez, de la facultad de pensar, de donde observamos que el instrumento de la libertad intelectual es la inteligencia.

La libertad moral; el concepto filosófico señala que es el libre arbitrio del ser humano en cuanto a hacer lo que quiera si y sólo sí, no perjudica a nadie en su accionar, generando acciones para el bien común. Esto se condiciona a su vez con otro concepto determinante: el poder, que es la capacidad de hacer algo, pero sujeto a ciertas reglas o condiciones. De ninguna manera es el “soy libre, luego puedo hacer lo que yo quiera”.

Amor: Hablar de amor filosóficamente nos tomaría largas y rebuscadas frases y estudios realizados por cada filosofo que ha existido. Para el presente trabajo, la acepción de amor se concentrara en dos puntos 1).- amor por la profesión y 2).- amor por la justicia y la sociedad.

En el primero, el abogado debe concentrarse en cumplir con los requisitos exigidos por la profesión y la sociedad; como el conocimiento de la ley, el respeto por la justicia, el estudio, la ética, el profesionalismo, etcétera. En este primer punto, el profesional del derecho debe respetar su profesión cumpliendo con los valores exigidos social y moralmente para su ejercicio.

El segundo, el abogado debe recordar que su principal función es para con la sociedad y la justicia por sobre todas las cosas; debe evitar “vender” sus capacidades en favor de la injusticia. Debe recordar que la sociedad exige de estos profesionistas el compromiso con los derechos humanos y con los principios morales.

La Ciencia del Derecho y el amor a la justicia –dice Villoro Toranzo- “son los dos polos en torno a los cuales se debe construir toda vocación al Derecho. La Ciencia del Derecho sin amor a la justicia solo produce la actitud distante, teórica y fría ante los fenómenos sociales, que tal vez sea propia del antropólogo o del sociólogo pero no del jurista. Mucho amor a la justicia sin Ciencia del Derecho desemboca inevitablemente en demagogia, en existencias irracionales e irrealizables.
(Villoro Toranzo, Miguel. Deontología Jurídica, textos Universitarios del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana, México, D.F., 1987, p. 83)

Hasta aquí, hemos realizado un estudio de los principios y valores que los abogados deben cumplir, conociendo los conceptos básicos de los mismos para entender su significado para con el ejercicio de la profesión.

De todos los conceptos ya señalados, se debe considerar que en el ejercicio de la profesión legal aquel que incumpla con los principios y valores enumerados será un detractor de la profesión, que incumple con su compromiso para con la justicia y la sociedad, y que no merece llamarse ni ser llamado abogado.

Cada concepto de los anteriores se encuentra relacionado entre sí, uno no puede existir sin el otro; y por lo tanto, el incumplimiento de uno de ellos ocasiona el incumplimiento de los demás. Por supuesto, los seres humanos somos susceptibles al error, a las equivocaciones, sean estas dolosas o fortuitas, pero esto no significa que sea un pretexto para el incumplimiento de los deberes ético-morales que deben respetar los seres humanos, pues eso resultaría en un caos en donde todos hacen lo que quieren sin pensar en los demás y el posible daño que sus actos ocasionarían a otros.

El especialista en Derecho tiene una enorme carga sobre sus hombros, pues a él no se le debe permitir el error doloso; si acaso el fortuito, pues al tener en sus manos la defensa de los derechos de sus cliente, errar en su actuar podría ocasionarle lesiones a su cliente quien le confió sus problemas y le confirieron la capacidad actuar para su defensa. Además, antes de actuar debe considerar el derecho de su cliente sobre el de su contraparte, el derecho de su contra parte sobre su cliente, el derecho del juez sobre ambas partes, el derecho de la sociedad en general sobre el derecho de las partes y la justicia sobre los actos que pudieran ser injustos por parte de cualquiera de las partes. Sin lugar a dudas, para los abogados la frase “piensa antes de actuar” toma una acepción más profunda, pues sus actos pueden desembocar en la pérdida o en el reconocimiento de un derecho a favor o en contra de su cliente.

El cumplimiento de los principios y valores morales que se han estudiado debe ser obligación para los profesionistas o futuros profesionistas, pues el ejercicio de la abogacía es una lucha constante entre lo ético y anti-ético; donde el profesional debe buscar y exigir de los demás profesionistas su cumplimiento.

La misión del abogado frente a los Derechos Humanos.

Para efectos del presente trabajo, no abordaremos el tema Derechos Humanos como un estudio profundo, sino sobre la misión de los abogados sobre éste tema tan importante en nuestro país y en el mundo, considerando la abogacía como parte fundamental de la creación, concepción y defensa de tales derechos en favor de la humanidad.

Sobre la naturaleza de los derechos humanos existen dos perspectivas principales desde hace muchos siglos. Una sostiene que los derechos humanos son aquellos que el Estado otorga en su orden jurídico. La segunda manifiesta que el Estado solo los reconoce y los garantiza en alguna medida. En la primera perspectiva se encuentran diversas concepciones o matices positivistas; en la segunda, la de derecho natural.
En conceptos jurídicos, en el positivismo se expresa que es el orden jurídico el que otorga la calidad de persona al ser humano; es decir, persona es una categoría jurídica que se puede conceder o no, o de la cual se puede excluir a un ser humano o a un grupo de ellos, como pueden ser los esclavos, los extranjeros, las mujeres, por razones de raza o preferencias sexuales.
En cambio, en las concepciones de derecho natural el ser humano, por el solo hecho de existir, es persona y posee derechos y obligaciones; o sea, el Estado no puede desconocer esta situación, lo único que realiza es el desconocimiento de este hecho, y a partir de él se garantizan diversas series de derechos, a los cuales en la actualidad se les denominan derechos humanos.
Los derechos humanos constituyen mínimos de existencia, y al saberse que serán respetados y promovidos, la persona se moviliza con libertad para lograr vivir con dignidad.

Una primera definición de los derechos humanos puede ser: el conjunto de atribuciones reconocidas en los instrumentos internacionales y en las Constituciones para hacer efectiva la idea de dignidad de todas las personas y, en consecuencia, que puedan conducir una existencia realmente humana desde los ámbitos más diversos, los que se imbrican, como el individual, el social, el político, el económico y el cultural.
Los que actualmente se denominan derechos humanos han recibido a través del tiempo diversos nombres. Entre algunos de ellos se pueden mencionar los siguientes: derechos del hombre, garantías individuales o sociales, derechos naturales, derechos innatos, derechos esenciales, libertades públicas, derechos de la persona humana, derechos públicos subjetivos y una denominación que se ha extendido es la de derechos fundamentales, a tal grado que existe una importante corriente doctrinal que se basa en diferenciar estos de los derechos humanos. Es probable que actualmente esta última corriente sea predominante.
(Revista Mexicana de Derecho Constitucional, Núm. 25, julio-diciembre 2011 “Los Derechos Humanos: Naturaleza, Denominación y Características”- Jorge Carpizo).

Es una constante histórica, aun con sus retrocesos y abdicaciones, que hay una marcha hacia adelante en el conocimiento, reconocimiento, la defensa y la protección de los derechos humanos, y en la cual los abogados, los juristas, los hombres de Derecho ocuparon siempre un lugar de avanzada. ¿Cómo no recordar, también, a uno de esos precursores en la lucha de los derechos naturales tan entrañablemente nuestro como el jurista y teólogo Francisco De Vitoria, quien en el siglo XVI y en la defensa de los indios ya proclamaba que: “abuso contra la naturaleza es querer dominar un hombre a otro, cuando por derecho natural todos los hombres son iguales” (Vitoria, Francisco De. “Reelecciones”, Ed. Porrúa, S.A., México 1974, p. 81), o Fray Antonio De Montesinos, que el cuarto domingo de adviento de 1511, sube al pulpito y apostrofa a los encomenderos, que oían la misa, con las siguientes palabras:

“¿Con que derecho, con que justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con que autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansos y pacíficos, donde tan infinitos dellos, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles qué comer y sin curarlos de sus enfermedades…? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales…? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? … Tened en cuenta que en el estado en que estáis no os podéis mas salvar que los moros o turcos que no quieren la fe de cristo”
(Tomado de la Introducción de Don Antonio Gómez Robledo a las “Reelecciones” de Francisco de Vitoria, Op. Cit., p. XXXIV. El mismo maestro Gómez Robledo recuerda –citando al historiador cubano Chacón y Calvo-, que éste fue (el púlpito de Santo Domingo) “el primer escenario del primer proceso instruido a la Conquista” y dicho historiador añade que España “nos ofrece el caso único en la historia de una nación que revisa su obra con verdadero examen de conciencia)

Como no recordar al insigne jurista Don Vasco de Quiroga, promotor también de los derechos humanos de los indios de Michoacán, y tantos otros que abrieron caminos al verdadero progreso de la humanidad, que es el progreso del Derecho y la moral.

En verdad ninguna lucha como ésta por los derechos humanos expresa con tanta fuerza la trascendencia y la dignidad de la persona humana, que “de acuerdo con su naturaleza, debe vivir en el mundo de la moral y el Derecho, no en el nivel infrahumano de los hechos consumados sin conciencia ni libertad, sin reconocimiento de los fines y los medios humanos en la vida personal y social”.
(González Morfin, Efraín, Op. Cit., p.19)

Nadie – y menos los juristas- pueden desconocer la deuda eterna con quienes en todos los tiempos han combatido heroicamente, aun a riesgo de la libertad o la vida, por la dignidad y los derechos del hombre. A todos ellos se les podría aplicar la inscripción de un monumento levantado en honor de un grupo de personas que murieron en la oposición alemana contra Hitler:

“Vosotros no soportásteis el oprobio; vosotros os opusisteis;
Vosotros dísteis la gran señal, eternamente altera, de la conversión, ofreciendo vuestra vida ardiente por la libertad, el derecho y el honor”
(Inscripción tomada del artículo “Oposición” de Efraín González Morfin, Revista “Solidarismo”, No 1, p. 5)

Es menester de la abogacía luchar por el reconocimiento de los derechos humanos, pues la lucha de los juristas se basa en el reconocimiento de derechos a favor de sus clientes, pero sobre todo, en el reconocimiento de la verdad de los actos humanos, y por tanto, al buscar por sobre todas las cosas los actos justos de los injustos, entonces, la lucha de los derechos humanos es una lucha constante, una lucha que aun sin saberlo o reconocerlo, los abogados desempeñan día con día.

Los Derechos Humanos son la forma más pura del Derecho, los cuales deben de ser protegidos por los abogados pues la razón misma de ser del jurista es proteger la justicia, y dicha justicia es el reconocimiento y protección de los derechos más íntimos de los seres humanos.

El deber del abogado.

Ya hemos explicado el deber del abogado (aunque sin adentrarnos a fondo en el tema), y es fácil entender cuál es ese deber: “para con la justicia y el Derecho”; sencillo, pero al mismo tiempo extenso, tan amplio como el derecho mismo y la justicia, pues el Derecho es tan amplio y complejo como el ser humano, pues éste trata sobre la convivencia de la sociedad y su interacción del ser humano con los demás, y la justicia, es interpretable, pues para lo que algunos es justos para otros será injusto.

La vida del jurista debe basarse en el estudio, en el pensamiento y en la búsqueda de soluciones, pues aquel abogado que no piense, reflexione y sea crítico y auto crítico no deberá de considerarse abogado.

Pero ¿Cuál es el deber del abogado?, su deber es la búsqueda de soluciones adecuadas para los asuntos que sus clientes pongan en sus manos, soluciones que jamás deben estar en contra del Derecho y de la justicia, su deber es para con la sociedad, su deber es ser el representante de las causas justas frente a las injustas, su deber es representar a su cliente en una causa, pero también lo es el evitar dicha representación cuando la justicia se vea en peligro.

¿Cómo cumplir con ese deber? El abogado debe cumplir con su deber estudiando de manera incansable, pues debe recordar que su profesión se ejerce con el pensamiento crítico y reflexivo, debe sumergirse en el estudio de las leyes, la doctrina, la jurisprudencia, la costumbre, asimismo, debe recordar que la abogacía a diferencia de cualquier otra rama de estudio filosófico o científico se encuentra en constante interacción con variadas ramas del conocimiento, incluyendo las matemáticas, y que el Derecho es tan amplio como la conducta humana, tan basto como los mismos seres humanos lo somos.

Así, el especialista en derecho debe actuar e interactuar con tantas ramas del conocimiento como con personas, tanto puede necesitar los servicios de asesoría y representación legal un albañil como un físico, tanto puede ser necesario de conocer de leyes como de mecánica, economía o matemática, los abogados deben ser conocedores de los más amplios conocimientos como conductas humanas hay, por eso, es deber y obligación de los abogados estudiar, dejar de lado los más vanos placeres pada dedicar su tiempo al estudio.

Sin lugar a dudas, la mejor forma en la que los abogados podrán ejercitar su profesión y ejercer la justicia y el Derecho es mediante el estudio, no puede haber un abogado sin que éste sea estudioso y estudiado.

El conocimiento rompe el velo que los seres humanos tienen, es por eso, que el abogado debe ser amplio conocedor tanto de las ciencias exactas como de las filosóficas, debe conocer tanto los puntos de vista de un científico como de un creyente, debe sumergirse en la búsqueda de la verdad para que cuando sean necesitados sus servicios pueda hablar con la verdad, pueda expresarle a sus clientes la realidad de su situación legal y pueda ofrecerle soluciones; siempre legales, siempre justas; siempre conforme a Derecho.

Para cumplir con su deber frente a sus cliente y a la sociedad debe estudiar la filosofía del derecho, de los conceptos más profundos de él, debe conocer los puntos de vista de los filósofos doctrinales; así también, debe acudir al conocimiento exacto, donde las leyes se aplican de manera matemática y no espiritual; debe entonces conocer y reconocer ambos conocimientos y hacerlos propios.

No cabe en la ética profesional de los abogados aquel que emite juicios sin conocimiento de causa y por razones personales, no cabe en el mundo de los juristas aquel abogado que se presta a anunciar nada que no sea conocimiento; no debe admitirse en la abogacía aquel abogado que se vende y que vende sus conocimientos.

El deber de los abogados no se encuentra en la cantidad de clientes que tienen, se basa en su interacción con ellos; sea uno o sean mil, se basa en sus actos ético-profesionales para con su cliente, en el respeto que le muestre a él, a su contra parte y al juez, se basa en los resultados obtenidos siempre y cuando estos sean legales, justos y conforme a Derecho, sin usar “trampillas” o costas judiciales; su deber se ve cumplido siempre que actúe conforme a los lineamientos propios de su profesión.

Un abogado que aparece en televisión, radio o internet para el simple hecho de atraer “rating”, que ha vendido los conocimientos propios de su profesión para hacerse de fama por estos medios se debe considerar una deshonra para la abogacía. Aquel jurista que use estos medios para atraerse fama y clientes, que no los usa para informar, no se le debe llamar ni considerar abogado.

El deber de los juristas en para con el derecho, la justicia y la sociedad, el usos de esos medios no debe ni puede estar restringido, siempre y cuando sean utilizados de manera explicativa, expositiva e informativa; no para atraer clientes, sino para informarle a la sociedad de sus derechos, de sus obligaciones, para hablar de un tema de interés para el público o para el abogado, para informar y no para entretener.

También, es deber de los abogados la especialización, no debe haber abogados “todólogos”, debe ser prohibido y penado por la sociedad, pues en la especialización radica la el éxito de un procedimiento, un abogado fiscalista no debe intervenir en las causas penales y viceversa; el jurista debe buscar siempre la especialización y evitar tomar asuntos que no sean de su competencia intelectual, y cuando le sea solicitada su intervención debe ser claro con su cliente respecto de ello, y solo deberá tomar el asunto cuando su cliente sea consciente de su falta de experiencia respecto de esa rama del derecho.

¿Cómo ejercer ese deber? Debe hacerse mediante la práctica, mediante el estudio y mediante la ética, no puede ser ejercido su deber como abogado cuando falte a alguna de estas obligaciones. Como jurista debe ser conocedor para ser ético y debe ser ético para ser estudioso, pues el abogado que es ético, sabe y reconoce su deber de cosechar conocimientos; y al mismo tiempo, esos conocimientos le harán más amplia su perspectiva del mundo que lo rodea y del asunto que pone su cliente en sus manos.

El abogado es un caballero en armadura y no podrá ejercer su deber si no toma como estandarte a la justicia, como escudo al Derecho, como armadura a la Ley y como casco al conocimiento.

¿Por qué ejercer su deber? Es simple, la sociedad en la actualidad exige más de los abogados, exige que sean honrados, éticos, profesionales y justos, sus exigencias deben hacer del abogado un ser único entre todas las ramas del conocimiento que puedan o pudieran existir, pues son los abogados los únicos profesionistas que escuchan, guardan secretos y al mismo tiempo dan soluciones a los problemas de sus clientes; no existe una profesión como la abogacía.

La sociedad actual es más exigente y por ende, exige más de los abogados; por ello, los abogados deben exigirse más, deben cumplir con su deber primordial.

Conclusión.

La abogacía es una profesión de muchos matices, es una profesión que exige cada día más de sus representantes. El Derecho es cambiante; tanto como los seres humanos y el abogado tiene la enorme responsabilidad de adaptarse a esos cambios. No hay profesión más noble que la abogacía, no hay otra profesión que tenga la enorme obligación de reconocer la justicia como su fuente primordial.

Para que haya justicia debe dársele a cada quien lo que le corresponde, para que el Derecho exista debe existir la interacción de los seres humanos; para que exista la abogacía debe existirá la necesidad de la intervención de un defensor cuyos conocimientos sean suficientes para defender la causa por la cual interviene.

El abogado entonces, será aquel profesional cuyos conocimientos, ética y profesionalismo sobresalen de los de cualquier otra profesión, pues en sus manos siempre estará la vida, la libertad, el patrimonio y la justicia de su cliente. Y no existe ninguna otra profesión ni profesionista en cuyas manos se encuentre tanto en riesgo como el del abogado para con su cliente.


Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.