sábado, 27 de octubre de 2018

EL ASESINO DE CHILD SOUL.


Hay hechos en la vida de las personas que nos dejan marcados, hechos que por más que intentamos no podemos olvidar y que se quedan clavados en nuestra memoria como si fuesen cuchillos ávidos y afilados que penetran nuestras mentes hasta el punto de enloquecernos. En 1985 yo era detective de homicidios en la ciudad de Nueva York, en esa época ya era conocido y reconocido por los agentes de policía de la ciudad como un héroe por haber participado en la segunda guerra mundial y por haber resuelto cada caso que me había sido asignado de manera satisfactoria, era admirado y al mismo tiempo temido por mi fuerte carácter, a pesar de ser un hombre de 50 años de edad había preferido seguir en el “campo de batalla” a enclaustrarme en una oficina como jefe de detectives de la ciudad; claro está, siempre había sido un hombre de acciones y no de reacciones, prefería sin lugar a dudas mantenerme vigente resolviendo crímenes a envejecer tras un escritorio.

Por supuesto que mis superiores, niños que habían salido apenas de la academia y que no habían tenido que vivir los horrores de la guerra en el extranjero ni la guerra que se vive en las calles en nuestras propias ciudades, no estaban muy de acuerdo en que yo siguiera resolviendo crímenes, consideraban que mi lugar era en un estante como un trofeo de un pasado que preferían olvidar y constantemente trataban de obligarme a jubilarme con “honores”, esperando que ese vejestorio de años pasados fuera olvidado como todo aquello del pasado que las personas prefieren enterrar.

Pese a las constantes insistencias de mis superiores, hasta entonces no había querido dejar el servicio activo, más aun, cuando debido a mi fuerte carácter mi esposa me había abandonado tomando a nuestras dos hijas y huyendo de casa para nunca volver; ¡no había nada ni nadie en casa esperándome!, así que no tenía nada que perder, el servicio activo era mi cruda realidad y mi autoproclamado tratamiento psicológico y también, porque no decirlo, el servicio detectivesco era algo en lo que era más que excepcional. Hasta ese año de 1985, no había habido crimen que me fuera asignado que no haya podido resolver, además, existían pocas cosas en el mundo que podían nublar mi juicio o que pudieran asustarme, hasta que ese día llegó; el 1º de enero de 1985, el año nuevo.

Desde que mi esposa me abandonó, las fiestas como el año nuevo se habían convertido en un día común y corriente, lo recuerdo bien, el 31 de diciembre llegue a casa con una botella de brandi y me embriague hasta el punto de quedarme dormido, esa fue mi celebración de año nuevo, a eso de las 6 de la mañana, recibí una llamada telefónica de la central de policías, era John Dash, mi superior, me dijo que tenía que ir de inmediato a la comisaria pues el año había iniciado con un baño de sangre tan crudo que ningún detective quería tomar el caso y por supuesto, el único con el estómago tan fuerte y las agallas para observar escenas sangrientas era yo; de inmediato me levante del sofá en el que me quede dormido, me puse un par nuevo de botas que me había regalado mi madre en navidad, tome mi arma, las balas y salí directo a la comisaria; al llegar, John me informo con el semblante pálido del crimen, no me dio casi ningún detalle, me dio la dirección del lugar de los hechos y me dirigí de inmediato a la escena del crimen.

En el camino, por la radio de la policía iba escuchando a otros oficiales comentar sobre la masacre que se había suscitado, los escuchaba aterrados, tanto que incluso los peritos se negaban a entrar y pedían casi de manera desesperada que llegaran los detectives a la escena del crimen. ¡Cobardes!, fue mi primer pensamiento al escucharlos, así que pare en Coffe & Donnuts para comprar un café y hacer tiempo para llegar un poco más tarde y seguir burlándome de ellos mientras los escuchaba por la radio. Al llegar a la dirección, me sorprendí, ¡aun al día de hoy no entiendo porque no recordé la dirección cuando John me la dio!, era Child Soul, un orfanato que cuidaba y rescataba a niños de la calle; revise nuevamente la dirección e incluso me comunique a la comisaria para que me informaran si el lugar era el correcto, más aun cuando los casos de mi departamento no eran concernientes a crímenes de menores. John al responder me dijo que sabía perfectamente que no era de mi jurisdicción pero que nadie quería hacerse cargo de ese caso, y que pese a mi pedante forma de ser, seguía siendo el mejor hombre de los detectives de la ciudad, y que desde ese momento el caso era mío. Al escuchar esas palabras, sonreí, ¡por supuesto que soy el mejor!, pensé de inmediato y baje del auto dirigiéndome a la entrada del orfanato, la cual ya era de por si lúgubre, aunado a ello, la nieve, las patrullas, las cintas amarillas policiacas y el tenue amanecer enrojecido como la sangre lo hacían ver aún más horrendo de lo que ya era. Al acercarme, el oficial a cargo Stan Leere me pregunto si yo era el detective asignado al caso, como siempre, respondí fríamente “si”, siguiendo con las palabras “quítate de mi camino y deja a los mayores hacer su trabajo”, pasé por debajo de las cintas amarillas, y al cruzar la entrada un escalofrió me recorrió el cuerpo, seguí caminando y al subir las pequeñas escaleras antes de la entrada principal, note sangre derramándose por ellas, litros y litros, abrí las puertas que se encontraban entrecerradas y lo que vi fue aterrador, niños y monjas masacrados, sin sobrevivientes, sin testigos, solo una cruda escena que parecía sacada de una pesadilla, incluso yo quien había vivido la segunda guerra mundial sentí nauseas, aquello era indescriptible y grotesco, ¿Qué clase de persona pudo hacer algo así? Me pregunte.

El trabajo de un detective no es fácil, somos los primeros en entrar a una escena del crimen, debemos ver, oler y tocar los cuerpos para buscar pistas que nos lleven al asesino o asesinos, pero aquello era extraño, no había huellas, a pesar de que aquello estaba lleno de sangre no había pisadas, las puertas no estaban forzadas, y lo único que parecía darme una pista eran los rostros de los niños y las pocas monjas que los cuidaban con sus expresiones de terror, con sus ojos abiertos al punto de casi salirse de sus cuencas e incluso las marcas de sangre en las que se notaba que alguien había arrastrado a los niños y a las monjas aún con vida para después terminar con ellos de forma cruel y brutal; así estaban los tres pisos del edificio, era una escena dantesca y escalofriante, pero no pude encontrar nada, nadie, ni siquiera pistas que pudieran darme un indicio de lo que había sucedido.

Al salir, al fin los peritos entraron, sus rostros se apreciaban aterrados y los escuchaba decir que debían apurarse para salir lo antes posible de ese lugar, por supuesto que yo me quede vigilándolos para que hicieran minuciosamente su trabajo, cosa que a ellos les molestaba, pero ese era el crimen más asqueroso y brutal al que me había enfrentado y además, el primero en el que no había pista alguna del o de los perpetradores, por ello, era urgente que los peritos fueran excesivamente minuciosos y dictaminaran con la mayor precisión posible. Debió ser casi media noche cuando terminaron los peritos, una vez terminado, el conteo de víctimas se emitió, 50 muertos entre niños y monjas, las noticias enloquecieron y la ciudad se sumió en un terror que perduraría varios años.

Mientras esperaba unos días a que los peritos emitieran sus dictámenes, yo estuve acudiendo a investigar con personas cercanas, vecinos e incluso indigentes a quienes les cuestionaba si habían escuchado algo, por desgracia nadie sabía ni había escuchado nada, eso era obvio, tomando en consideración que Child Soul es un orfanato enorme en el que no se sabe que sucede dentro; es más, ni siquiera se escuchaban los ruidos al exterior y mirar al interior era prácticamente imposible con sus muros de 4 metros de altura que rodean en el exterior, rodeados además de púas afiladas que coronan cada muro alrededor del lugar. Un par de semanas después recibí los dictámenes, de cientos de huellas dactilares, cabello, sangre, solo una pista encontrada en el segundo piso junto a la cama de un niño pequeño debajo de las sabanas que habían sido tiradas al suelo, una pisada que no correspondía a nadie del orfanato, un solo hombre de 1.90 de estatura más o menos, una sola pista para 50 muertos, un solo hombre que pudo asesinar a todos sin dejar escapar a uno solo ¿Cómo es posible? Me preguntaba, rabioso ordene nuevamente los estudios, ordene que de la morgue sacaran los cuerpos y los estudiaran de nuevo, incluso yo acudí personalmente a ver cada cuerpo sin encontrar nada, no había huellas, no había pista alguna.

Me dedique a estudiar el caso de tiempo completo, mis superiores no les interesaba el caso, la gente de la ciudad prefería olvidarlo, pero yo, obsesionado con ese crimen asqueroso y brutal, quería resolverlo; incluso, John mi superior, seis meses después me ordenó cerrar el caso, no había nada que nos pudiera llevar a solucionarlo me decía constantemente, yo, obsesionado con encontrar al culpable, le pedí que me diera seis meses más, prometiendo que en caso de no resolverlo en ese tiempo me jubilaría; por supuesto que esa propuesta le encantó pues consideraba que era un crimen imposible de resolver y mataría dos pájaros de una pedrada al lograr deshacerse de mí, por lo que llegamos a ese acuerdo y proseguí con mi investigación con toda la libertad posible y con toda la ayuda que necesitara para ello.

Decidí regresar al lugar del crimen, el cual, debido a que es un edificio de más de 200 años y con el pretexto del crimen, el gobierno de la ciudad quería demolerlo siendo el único estorbo para ello mi investigación, una razón más por la cual les era tan urgente cerrar el caso, al entrar al orfanato que seguía rodeado de cinta amarilla policial, busque en cada rincón, en los techos, en los pisos, en el enorme jardín que lo rodea, busque algo que me sirviera para dar con el asesino, no encontré nada, desesperado subí al segundo piso, llegue a la pequeña cama del niño donde se había encontrado la huella, me pare a un lado tratando de imaginar la escena, la razón por la cual este asesino minucioso había fallado y dejado una única pista, intente ver en mi mente al niño, su reacción al ver a este hombre alto y robusto parado al lado de su cama mirándolo antes de asesinarle, cree incontables escenarios tratando de imaginar cómo entro, la razón por la cual nadie lo escucho, la forma en la que pudo asesinar a tantas personas de forma tan minuciosa y tan rápida.

Era desesperante, regrese cada día durante los siguientes dos meses al orfanato, me quedaban únicamente cuatro meses más para encontrar al asesino, en mi casa, bueno, el pequeño departamento al que llamaba casa, sucio, descuidado, se había convertido en mi base de operaciones, había pegado cientos de recortes de periódicos y revistas, las fotos del archivo de cada niño asesinado y cada hoja del expediente a las paredes de ese sucio y maltrecho departamento, el cual observaba por horas tratando de encontrar alguna pista o algo que me llevara a encontrar al asesino u otra pista que hubiera dejado, pero no encontraba nada, comenzaba a obsesionarme, deje de dormir, mi rostro con una leve barba, mi cabello encanecido y mi boca reseca se habían vuelto mi día a día, ¡nada importaba más que este caso! Me decía constantemente.

Tal vez pienses que me interesaban los asesinados, los pobres niños o las monjas; en realidad no, para mí, era mero interés profesional, un puzzle más para mi colección, pues era el acertijo más difícil de mi carrera, era personal, simplemente quería resolverlo y demostrar que era el mejor. Tal vez suene malvado, pues ¡lo es!, siempre he sido frio, calculador y siempre desee que apareciera un caso tan difícil que solo yo pudiera resolver, mi sueño siempre fue morir en el cumplimiento de mi deber, aun en la guerra, por más que me arriesgaba, por más que corría directo al enemigo, jamás fui asesinado, por eso recibí la cruz de hierro, por desear morir en el campo de batalla, al convertirme en detective fue igual, jamás pude ser asesinado; es más, durante mi carrera en el ejército y en la policía jamás sufrí ninguna lesión, simplemente es como si algo o alguien tuviese fijado mi futuro y eso me desesperaba; ¡al fin encontré un verdadero reto! Me dije desde el primer momento en el que entre al orfanato, al fin encontré a mi némesis, ¡quisiera conocerlo!, ¡sí!, al asesino, quisiera tenerlo de frente y terminar este caso en un enfrentamiento cara a cara; por desgracia, la vida real no es así, un enfrentamiento épico entre dos monstruos como lo debe ser el asesino y yo es imposible, me obsesione al punto de imaginarme su rostro y al punto de desear conocerlo personalmente deseando que fuera el quien me diera el fin que siempre había soñado, morir en el campo de batalla.

Finalmente, los seis meses de plazo transcurrieron, no había encontrado nada, observe como derrumbaron el edificio, observe como cerraron el caso y mire regocijándose a mis superiores con mi jubilación, no pude encontrarlo, no pude resolver el caso y peor aún, no pude cumplir mi sueño de morir en el cumplimiento de mi deber, me aterraba morir de viejo, débil y senil, aun y cuando el caso fue cerrado y yo deje de ser detective, mi obsesión continuo, seguí buscando, preguntando, indagando, pero a un año de lo transcurrido las personas de alrededor preferían ignorarme, los oficiales de policía y los detectives, todos más jóvenes que yo, me impedían continuar con mis investigaciones, me obligaban a retirarme del lugar y ya era considerado como persona indeseable dentro de la policía e incluso con los vecinos del lugar de los hechos.

¡La jubilación es un asco!, pensaba constantemente mientras miraba cada día los recortes pegados en paredes y techos de mi departamento, pasaron dos, tres y cuatro años, y al pasar del tiempo me miraba deteriorándome, envejeciendo, incapaz de cumplir la única razón por la cual vine a este mundo, me miraba al espejo y veía sombras de lo que había sido, me quedaba mirándome por horas, al punto de sentir que estaba enloqueciendo. La jubilación para un hombre como yo es peor que la muerte, jugar golf, caminar por el parque, esperar una llamada de mis hijas que jamás llegaría, esa situación era absurda; simplemente me sentaba en mi cama deseando que el asesino entrara por mi puerta, me imaginaba peleando con el hasta el punto de desangrarnos, lo imaginaba golpeándome con una fuerza descomunal y yo, con mi entrenamiento militar y policial, dando una extraordinaria pelea, imaginaba ¡no!, más bien fantaseaba con ese encuentro, peleando tan duro como en la guerra, imaginaba ganando la pelea, llamando a la policía diciéndoles que había atrapado al asesino de child soul, imaginaba a la policía entrando a mi departamento lleno de sangre, destruido por la extraordinaria pelea que habíamos tenido mi némesis y yo, me imaginaba con el rostro destrozado y ensangrentado, tomando al asesino del cabello, levantando su rostro y diciéndole a toda la policía de la ciudad que yo y solo yo había podido atraparlo, para que, inmediatamente después de que todos aceptaran su error, caer muerto por los golpes y contusiones sufridas, nuestra pelea seria épica y hablarían de ella por generaciones, yo, habría dado la mejor pelea de mi vida, tanto así que mi vida se hubiera ido después de ella, e imaginaba al asesino aceptando su crimen, encarcelado y ejecutado unos meses después, mi nombre se escribiría con letras de oro y me convertiría en la leyenda que siempre desee ser. ¡Maldito asesino!, ¿Dónde te encuentras? Gritaba y refunfuñaba, esa fantasía se había convertido en mi obsesión, la soñaba, la imaginaba, la representaba cada día en mi departamento, y después, me sentaba en el piso furioso hasta quedarme dormido.

Así paso el tiempo, supongo que convertirme en un ermitaño preocupo a mi madre que, aun con sus 85 años de edad, fue a buscarme a mi departamento, al entrar me miro sumido en la miseria, con las botas viejas, gastadas y rotas, con la ropa hecha añicos, el cabello canoso y largo, las uñas largas y sucias y el departamento sucio, viejo, con ratas y cucarachas a mi alrededor, pidió ayuda, me envió al médico quien le dijo que sufría de trastornos compulsivos y de la personalidad, me enviaron al psiquiatra y finalmente fui internado en Mind Games, un “loquero” que para mí desgracia se encontraba a pocas calles de donde estaba Child Soul, en ese distrito de edificios viejos que el gobierno de la ciudad deseaba derrumbar por completo. Claro que estar en ese lugar no me ayudo, sino que al contrario me obsesionó más, intente incontables veces escaparme para ir a donde se encontraba el orfanato y que ahora cuatro años después se había convertido en un edificio de oficinas lujoso y presto para recibir dentro de poco el nuevo milenio.

Los tratamientos psiquiátricos trataban de ayudarme, me preguntaban sobre cómo me sentía con lo de mi familia, a lo que yo contestaba que me habían abandonado, me preguntaban sobre mi vida de niño y mis padres, yo, les respondía que eso se lo preguntaran a mi madre, para que pocos minutos después de iniciado los tratamientos, me pusiera violento y tratara de escapar, así fue durante los siguientes años, me convertí en un loco esquizofrénico al que los psiquiatras no pudieron ayudar.

Así llego el 31 de diciembre de 1999, año nuevo, fecha que siempre me fue difícil, y la cual supe reconocer al asomarme por la ventanilla de mi habitación vi a las enfermeras con sombreros de fiesta y letreros que decían Happy New Year, al entrar el doctor a darme mis medicinas con cuatro guardias que lo iban protegiendo, me ataron como solían hacerlo siempre desde que ingrese al hospital psiquiátrico para obligarme a tomarme las medicinas que eran más como calmantes y lo único que hacían era dormirme de inmediato hasta que llegara el otro día, y así, día a día se repetía esa historia, pero en esa ocasión, no me opuse, y antes de que me diera las dichosas medicinas le pregunte ¿mi madre sigue viva?, a lo que el doctor, con un semblante de sorpresa me respondió su madre murió en 1980 ¿Qué? Le respondí, ¡está usted loco!, mi madre me trajo en 1989 a este hospital, comencé a ponerme violento, y me dijo nuevamente cada día me pregunta usted lo mismo, y cada día después de responderle se pone violento ¡tranquilícese! gritó, no sé cómo, ni se por qué, pero me tranquilice, le dije que por favor no me mintiera y creo que, por primera vez en mi vida comencé a llorar descontroladamente, le rogué que me dijera sobre mi madre, sobre mis hijas, el doctor, me dijo tranquilo, tómese las pastillas y todo estará mejor por la mañana, le rogué nuevamente que me dijera, y respondió su madre murió en 1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus dos hijas fueron asesinadas por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo recuerda?!, esa es la razón por la cual se volvió detective… guardé silencio durante unos segundos, y le grite con rabia desgarrando mi garganta ¡mentira!, ¡mentira!, después de la guerra entre al servicio de la policía en Nueva York y mi esposa me abandono llevándose a mis dos hijas, ¡dígame la verdad! Le gritaba de forma desesperada, el respondió después de la guerra usted vivió en Kansas, donde tuvo una granja, cuando sus hijas tenías 3 y 4 años fueron asesinadas junto a su esposa, usted vino a Nueva York para convertirse en detective, así lo dice su expediente… ¡¿Qué?!... de pronto fui lucido, los recuerdos comenzaron a llegarme de golpe, como si fuesen las olas del mar embravecido, mi mente se llenó de recuerdos, de vivencias enterradas en lo más profundo de mi mente, comencé a gritar ¡no!, ¡no!, no! ¡no!, de inmediato los guardias que iban con el doctor y que me estaban sosteniendo para no moverme aun y cuando estaba amarrado a la camilla,  de manera forzada me dieron las medicinas y me quede dormido mientras seguía gritando, aullando como un perro sin dueño que recordaba su pasado.

 No sé cuántos días pasarían cuando desperté, aún seguía amarrado a la cama, comencé a gritar ¡enfermera!, ¡enfermera!, llame al doctor, la enfermera, se asomó por la pequeña ventanilla que había en mi habitación, la cual era de esas especiales y acolchonadas de pisos, paredes y techos para que el paciente no se haga daño así mismo, le grite ¡por favor! ¡llame al doctor!, mientras salían lágrimas de mis ojos, y mientras mi garganta, desgarrada por los gritos de la noche anterior entrecortaba mis alaridos, la enfermera no me hiso caso, trate de soltarme de los amarres, trate de moverme y lo único que logre fue lastimarme las muñecas y los tobillos, aunque eso ayudo a que el doctor al fin viniera a mi habitación que ya se veía enrojecida con la sangre que salía de mis muñecas y tobillos y de mi boca de tanto gritar, nuevamente entro con los cuatro guardias, me tomaron por la fuerza y me pidió que abriera la boca para que me tomara mis medicinas, le pedí, ¡no!, le implore que me dijera, que me explicara que sucedió con mis hijas y mi madre, el, me dijo cada día me pregunta usted lo mismo, y cada día después de responderle se pone violento ¡tranquilícese!, me tranquilice, lo cual sorprendió al doctor, le dije eso me lo dijo ya usted la noche anterior, ¡por favor dígame!, él, me dijo su madre murió en 1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus dos hijas fueron asesinadas por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo recuerda?!, esa es la razón por la cual se volvió detective… yo le dije pero, eso me lo dijo la noche anterior, yo no lo recuerdo, por favor ayúdeme, le dije entre llantos y alaridos, él, me miro y me dijo no le daré sus pastillas hoy, si mañana usted no ha hecho nada y se comporta bien, podremos hablar; me desato, y el junto con los guardias salieron de mi habitación, esa noche fue fría, la pase intentando recordar, había imágenes en mi cabeza pero no podía ponerlas en un orden correcto, era como un rompecabezas, al día siguiente, el doctor se asomó por la ventanilla de la habitación y me pregunto ¿está usted bien?, ¿quiere hablar?, respondí que sí, inmediatamente abrió la puerta, entraron los cuatro guardias con su uniforme blanco, me levantaron de manera cuidadosa, lo cual me sorprendió, y me llevaron a la oficina del doctor, él me dijo usted estuvo aquí muchas veces ¿lo recuerda?, yo, mire alrededor y le respondí que no lo recordaba, él me dijo nuevamente derivado de su comportamiento violento, y debido a que usted es una persona bastante fuerte aun para su edad, comenzaron a cuidarme estos guardias, durante más de diez años jamás habíamos podido hablar como ahora lo está haciendo usted, me quede pensando unos segundos y le dije explíqueme por favor lo que me dijo ayer; el, me miro y me respondió, es tal y como le dije, su madre murió en 1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus dos hijas fueron asesinadas por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo recuerda?!, esa es la razón por la cual se volvió detective, yo, lo mire y le dije que mi madre había ido por mí a mi departamento, que ella me había encontrado y llevado al hospital y después me había traído a este lugar, el me miro, me dijo está usted equivocado, quien lo encontró fue la casera de su departamento, llamo a la policía quejándose de un fuerte olor y pensó que usted había muerto, yo, con la voz temblorosa y entrecortada le pregunte si había alucinado que mi madre había ido a mi departamento, el respondió que sí, diciéndome que había otra cosa más que tenía que decirme, pero me hizo prometer que no me pondría violento, yo, respondí que sí, que me dijera que más podría afectarme, el, miro a los guardias, asentando con la cabeza ellos se acercaron a mí y me dijo cuándo lo encontraron, en su departamento encontraron una bota vieja con manchas de sangre, la cual encaja perfectamente con la descripción de la única pista que dejo el asesino de Child Soul en 1985, el jefe de detectives John Dash se convirtió en un héroe por dar con el asesino, y usted también es culpado de asesinar a su familia; el doctor, me miro, yo, estaba con la mirada fija al suelo y le respondí, si, lo recuerdo todo, no sé porque hoy ni porque ahora, pero recuerdo todo lo que paso en la granja con mi familia y en Child Soul, yo soy el asesino, yo soy mi némesis; él, mientras me miraba me dijo esta platica la hemos tenido una vez al año durante más de diez años, es así que el 31 de diciembre de 1989 usted confesó lo mismo que me acaba de decir frente al detective John Dash, con lujo de detalles de cómo cometió los asesinatos, razón por la cual usted está en este hospital, yo, furioso le pregunte que había pasado con ese mocoso de John Dash, maldiciéndolo por robarse mi crédito; el doctor me miro y me dijo el día que usted confesó, en esta misma oficina usted lo mató, por eso es que estos guardias siempre me acompañan cuando hablo con usted.

Después de escuchar eso, suspiré, sonreí y le dije “al fin pase a la historia, no como héroe, sino como villano, no en cumplimiento de mi deber, sino como factor de la naturaleza que impulsa a los hombres, mi existencia no fue inútil, al fin y al cabo todos necesitamos a quien odiar”.

Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.
Robles & Robles Abogados

martes, 23 de octubre de 2018

MARTE.


Era el año 2020 cuando comenzó la Tercera Gran Guerra; dos potencias se enfrentaron por la conquista del mundo haciendo uso de su monstruosa maquinaria de guerra; las naciones que se negaron a combatir en uno u otro bando, fueron aplastadas sin mayor dilación y como una sangrienta advertencia para todos los países que se negaran a combatir, la población entera de los países destruidos fue exterminada.
El mundo jamás vio una masacre igual y en las dos décadas que vinieron, cada nación tuvo la obligación de elegir un bando, esperando que aquel que eligieron fuera el ganador.
Por un lado la nación del Norte que proclamaba “libertad y justicia” como su estandarte y por el otro, la nación Roja que despreciaba la hegemonía que la otra había conseguido sobre la mayoría de los países del mundo; ambas naciones comenzaron su ataque sin cuartel el 31 de diciembre del 2020 tras la declaración de guerra que sus mandatarios hicieron saber al mundo tan solo un día antes de que comenzara la guerra.
No hubo escapatoria, cada persona con capacidad de luchar tuvo que hacerlo, hombres, mujeres y niños de manera forzada tomaron las armas y se lanzaron al campo de batalla. El mundo se sumergió en una lucha encarnizada donde los principios de “humanidad” se perdieron para siempre y nos convertimos en un mundo de salvajes donde cualquiera era el enemigo.
Aún recuerdo los estruendos de las primeras bombas cayendo y explotando, aún recuerdo el hedor a muerte que ahogaba mis pulmones a cada paso que daba, y también, recuerdo perfectamente como el mundo civilizado del que estábamos tan orgullosos fue derrumbándose como naipes con una simple brisa de aire.
Esconderse fue inútil, bajo tierra o en una montaña las bombas no dejaban de caer, explotaban y se escucharon gritos de dolor, de miedo y de arrepentimiento durante los siguientes veinte años. Ambas naciones utilizaron su más poderoso arsenal para borrar al otro de la fas del planeta, armas que parecían sacadas de una novela de ciencia ficción y que hacían parecer a las bombas atómicas como simples fuegos artificiales.
Yo fui reclutado por la nación del Norte a los veinte años de edad, a tan solo tres días después de que comenzara la guerra, y a partir de ese momento me convertí en un animal sediento de sangre y ahogado en el miedo que sentía cada vez que éramos arrojados como carroña en un nuevo campo de batalla. Fueron veinte, treinta o tal vez más ciudades las que destruimos mi batallón y yo, todas repletas de cadáveres, los cuervos se regocijaban con los cuerpos a medio podrir de los muertos y nosotros, simplemente los observábamos comérselos, esperando no ser los próximos.
Supongo que era lógico lo que sucedió después, el mundo comenzó a resentir los estragos de la guerra y de las armas que podían destruir montañas enteras de un solo disparo, pues solo diez años después de que comenzara la guerra, comenzaron los terremotos, las inundaciones y las erupciones volcánicas, desastres naturales que la gente comenzó a considerar como una declaración de guerra del propio mundo contra los seres humanos, las pocas personas que no podían luchar se abrazaron a la religión y marchaban en ambas naciones diariamente gritando “paz, paz”.
Por supuesto ambas naciones siguieron combatiendo sin importar esos supuestos mensajes divinos que prometían la destrucción de la humanidad, pues ¡¿Qué iba a importarle a los hombres lo que el mundo nos gritaba?!, si el fin estuviese a punto de llegar, seria a causa de nosotros y no del mundo. Así pasaron veinte años, la declaración de paz vino después de que la población del mundo se extinguió en un 90% y los desastres naturales ocurrían diariamente, las naciones del mundo, bueno, las pocas naciones aun en pie se unieron para tomar decisiones sobre el futuro de la humanidad, pues el 70% de la tierra se había hundido bajo el mar, había sido arrasada por volcanes o bien, los terremotos la habían dejado inservible para ser habitada.
Así, las pocas naciones sobrevivientes pidieron perdón al mundo e hicieron todo lo posible por sanar al planeta, científicos fueron y vinieron en los siguientes cinco años con inventos y teorías que prometían sanar al planeta, pero todo fue inútil, el mundo había “hecho anticuerpos” contra los seres humanos, ahora, el enemigo era el plante entero y no había arma lo suficientemente poderosa que la hiciera temer y retroceder a sus acciones, la respuesta se hizo simple para los mandatarios, el mundo quería deshacerse de nosotros como si fuéramos un virus, y la cura, era nuestra destrucción.
La última opción de la humanidad fue escapar, pero jamás habíamos llegado más allá de la luna, y la intención de un viaje espacial al planeta más cercano se había olvidado y enterrado con el inicio de la guerra, así es que la simple idea sonaba imposible y absurda, pero los mandatarios y los científicos no vieron más opción, no le daban mucho tiempo a nuestro mundo para sustentar la vida, y tampoco había suficientes recursos económicos, humanos y materiales para hacer muchos intentos, así es que tomaron una decisión, un grupo de astronautas de veinte personas abordarían una nave y se dirigirían a explorar el planeta más cercano y mientras tanto, se construiría el arca para transportar a las personas que aun siguieran vivas.
La construcción de nuestra nave tomó dos años, una vez terminada, de inmediato pusieron manos a la obra para construir el arca que prometía la salvación de la humanidad, la cual tardaría cinco o seis años en su construcción. La selección de astronautas fue inmediata, yo fui elegido; tal vez por sobrevivir a la guerra y por mi fiereza en batalla, o tal vez simplemente pensaron que era escoria y un conejillo de indias perfecto para probar el cohete espacial del cual basarían sus datos para construir el arca.
Al entrar a la nave el miedo nos invadió a todos, el mundo, como si supiera nuestro plan de escape, comenzó a temblar con una fuerza monstruosa, la cuenta regresiva fue omitida y se escuchaba por la radio la orden de despegar, de inmediato encendimos los propulsores y la nave comenzó a tomar altura, poco a poco fuimos saliendo de la órbita de nuestro planeta, mientras observábamos la base militar donde fue construida y lanzada la nave ser tragada por la tierra, el miedo nos ahogaba, pues era en ese lugar donde se estaba comenzando la construcción del arca, seguramente pasarían muchos años para iniciar la construcción de una nueva.
Pocos minutos pasaron cuando al fin salimos de la órbita del planeta, la radio estaba en silencio, la nave tenía el plan de vuelo que nos llevaría directamente al planeta que parecía ser la salvación de la humanidad, recuerdo que el viaje fue silencioso, nadie hablo más de lo que fuera necesario, una semana después las alarmas de la nave nos despertaron de golpe… “diez minutos para acercarse a la órbita”… repetía, los pilotos se apresuraron a tomar los controles, mientras maniobraban los instrumentos se escuchó…”piloto automático no funciona”… “proceder a manual”… los pilotos nos ordenaron ponernos los cinturones y prepararnos para el aterrizaje, parecía ser que los instrumentos se habían averiado tras el potente terremoto que nos despidió al dejar nuestro planeta; tomamos asiento, y al entrar a la atmosfera la nave se sacudió fuertemente; ¡no sé cuándo perdí el conocimiento!, pero al despertar estaba rodeado de selva y podía respirar, la atmosfera no era diferente a la de nuestro mundo, la nave estaba hecha polvo, camine kilómetros y solo encontré una sobreviviente más, comunicarnos se había vuelto imposible, tomamos la comida, armas y medicamentos que encontramos y comenzamos a caminar.
Han pasado cien años desde nuestra llegada al tercer planeta de nuestro sistema solar, no puedo explicar del todo la razón por la cual nuestra vida se ha extendido, Amón, la otra sobreviviente y única científica que quedo con vida, me ha explicado que nuestra longevidad se debe a la atmósfera de este planeta, los nativos que nos encontraron nos han tomado como sus dioses, Amón y yo concebimos un hijo al que nombramos Amón Ra, en estos años vimos a nuestro planeta marchitarse y convertirse en un páramo rojizo y distante en las estrellas, creo que somos los únicos sobrevivientes de nuestro mundo, pero aun y cuando nuestras vidas se han alargado, muy seguramente en algún momento debemos morir.
Mi nombre es Ra, viví guerras y devastaciones, vi la destrucción de mi mundo y he contado nuestra historia a los nativos de este planeta con la esperanza de que aprendan de nuestros errores y con la esperanza de que no cometan los mismos, les enseñamos arte y ciencia y ordenamos se erigiera como símbolo de la paz y del recuerdo de nuestro extinto planeta dos leones que miraran hacia las estrellas, los cuales serán nuestra última morada cuando al fin nos llegue la muerte, a nuestro hijo y únicamente a él, le hemos enseñado el arte de la guerra con la esperanza de que jamás lo use, él será nuestro sucesor y deberá traer mil años de esplendor y paz a nuestro nuevo hogar al cual hemos nombrado Tierra.

Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.

Robles & Robles Abogados