Hay hechos en la vida de
las personas que nos dejan marcados, hechos que por más que intentamos no
podemos olvidar y que se quedan clavados en nuestra memoria como si fuesen
cuchillos ávidos y afilados que penetran nuestras mentes hasta el punto de
enloquecernos. En 1985 yo era detective de homicidios en la ciudad de Nueva
York, en esa época ya era conocido y reconocido por los agentes de policía de
la ciudad como un héroe por haber participado en la segunda guerra mundial y
por haber resuelto cada caso que me había sido asignado de manera
satisfactoria, era admirado y al mismo tiempo temido por mi fuerte carácter, a
pesar de ser un hombre de 50 años de edad había preferido seguir en el “campo
de batalla” a enclaustrarme en una oficina como jefe de detectives de la
ciudad; claro está, siempre había sido un hombre de acciones y no de
reacciones, prefería sin lugar a dudas mantenerme vigente resolviendo crímenes
a envejecer tras un escritorio.
Por supuesto que mis
superiores, niños que habían salido apenas de la academia y que no habían
tenido que vivir los horrores de la guerra en el extranjero ni la guerra que se
vive en las calles en nuestras propias ciudades, no estaban muy de acuerdo en
que yo siguiera resolviendo crímenes, consideraban que mi lugar era en un
estante como un trofeo de un pasado que preferían olvidar y constantemente
trataban de obligarme a jubilarme con “honores”, esperando que ese vejestorio
de años pasados fuera olvidado como todo aquello del pasado que las personas
prefieren enterrar.
Pese a las constantes
insistencias de mis superiores, hasta entonces no había querido dejar el
servicio activo, más aun, cuando debido a mi fuerte carácter mi esposa me había
abandonado tomando a nuestras dos hijas y huyendo de casa para nunca volver; ¡no
había nada ni nadie en casa esperándome!, así que no tenía nada que perder, el
servicio activo era mi cruda realidad y mi autoproclamado tratamiento
psicológico y también, porque no decirlo, el servicio detectivesco era algo en
lo que era más que excepcional. Hasta ese año de 1985, no había habido crimen
que me fuera asignado que no haya podido resolver, además, existían pocas cosas
en el mundo que podían nublar mi juicio o que pudieran asustarme, hasta que ese
día llegó; el 1º de enero de 1985, el año nuevo.
Desde que mi esposa me
abandonó, las fiestas como el año nuevo se habían convertido en un día común y
corriente, lo recuerdo bien, el 31 de diciembre llegue a casa con una botella
de brandi y me embriague hasta el punto de quedarme dormido, esa fue mi celebración
de año nuevo, a eso de las 6 de la mañana, recibí una llamada telefónica de la
central de policías, era John Dash, mi superior, me dijo que tenía que ir de
inmediato a la comisaria pues el año había iniciado con un baño de sangre tan
crudo que ningún detective quería tomar el caso y por supuesto, el único con el
estómago tan fuerte y las agallas para observar escenas sangrientas era yo; de
inmediato me levante del sofá en el que me quede dormido, me puse un par nuevo
de botas que me había regalado mi madre en navidad, tome mi arma, las balas y
salí directo a la comisaria; al llegar, John me informo con el semblante pálido
del crimen, no me dio casi ningún detalle, me dio la dirección del lugar de los
hechos y me dirigí de inmediato a la escena del crimen.
En el camino, por la radio
de la policía iba escuchando a otros oficiales comentar sobre la masacre que se
había suscitado, los escuchaba aterrados, tanto que incluso los peritos se
negaban a entrar y pedían casi de manera desesperada que llegaran los
detectives a la escena del crimen. ¡Cobardes!, fue mi primer pensamiento al
escucharlos, así que pare en Coffe &
Donnuts para comprar un café y hacer tiempo para llegar un poco más tarde y
seguir burlándome de ellos mientras los escuchaba por la radio. Al llegar a la
dirección, me sorprendí, ¡aun al día de hoy no entiendo porque no recordé la
dirección cuando John me la dio!, era Child
Soul, un orfanato que cuidaba y rescataba a niños de la calle; revise
nuevamente la dirección e incluso me comunique a la comisaria para que me
informaran si el lugar era el correcto, más aun cuando los casos de mi
departamento no eran concernientes a crímenes de menores. John al responder me
dijo que sabía perfectamente que no era de mi jurisdicción pero que nadie quería
hacerse cargo de ese caso, y que pese a mi pedante forma de ser, seguía siendo
el mejor hombre de los detectives de la ciudad, y que desde ese momento el caso
era mío. Al escuchar esas palabras, sonreí, ¡por supuesto que soy el mejor!,
pensé de inmediato y baje del auto dirigiéndome a la entrada del orfanato, la
cual ya era de por si lúgubre, aunado a ello, la nieve, las patrullas, las
cintas amarillas policiacas y el tenue amanecer enrojecido como la sangre lo
hacían ver aún más horrendo de lo que ya era. Al acercarme, el oficial a cargo
Stan Leere me pregunto si yo era el detective asignado al caso, como siempre,
respondí fríamente “si”, siguiendo con las palabras “quítate de mi camino y
deja a los mayores hacer su trabajo”, pasé por debajo de las cintas amarillas,
y al cruzar la entrada un escalofrió me recorrió el cuerpo, seguí caminando y
al subir las pequeñas escaleras antes de la entrada principal, note sangre
derramándose por ellas, litros y litros, abrí las puertas que se encontraban
entrecerradas y lo que vi fue aterrador, niños y monjas masacrados, sin
sobrevivientes, sin testigos, solo una cruda escena que parecía sacada de una
pesadilla, incluso yo quien había vivido la segunda guerra mundial sentí
nauseas, aquello era indescriptible y grotesco, ¿Qué clase de persona pudo
hacer algo así? Me pregunte.
El trabajo de un detective
no es fácil, somos los primeros en entrar a una escena del crimen, debemos ver,
oler y tocar los cuerpos para buscar pistas que nos lleven al asesino o
asesinos, pero aquello era extraño, no había huellas, a pesar de que aquello
estaba lleno de sangre no había pisadas, las puertas no estaban forzadas, y lo
único que parecía darme una pista eran los rostros de los niños y las pocas
monjas que los cuidaban con sus expresiones de terror, con sus ojos abiertos al
punto de casi salirse de sus cuencas e incluso las marcas de sangre en las que
se notaba que alguien había arrastrado a los niños y a las monjas aún con vida
para después terminar con ellos de forma cruel y brutal; así estaban los tres
pisos del edificio, era una escena dantesca y escalofriante, pero no pude
encontrar nada, nadie, ni siquiera pistas que pudieran darme un indicio de lo
que había sucedido.
Al salir, al fin los
peritos entraron, sus rostros se apreciaban aterrados y los escuchaba decir que
debían apurarse para salir lo antes posible de ese lugar, por supuesto que yo
me quede vigilándolos para que hicieran minuciosamente su trabajo, cosa que a
ellos les molestaba, pero ese era el crimen más asqueroso y brutal al que me
había enfrentado y además, el primero en el que no había pista alguna del o de
los perpetradores, por ello, era urgente que los peritos fueran excesivamente
minuciosos y dictaminaran con la mayor precisión posible. Debió ser casi media
noche cuando terminaron los peritos, una vez terminado, el conteo de víctimas
se emitió, 50 muertos entre niños y monjas, las noticias enloquecieron y la
ciudad se sumió en un terror que perduraría varios años.
Mientras esperaba unos días
a que los peritos emitieran sus dictámenes, yo estuve acudiendo a investigar
con personas cercanas, vecinos e incluso indigentes a quienes les cuestionaba
si habían escuchado algo, por desgracia nadie sabía ni había escuchado nada,
eso era obvio, tomando en consideración que Child
Soul es un orfanato enorme en el que no se sabe que sucede dentro; es más,
ni siquiera se escuchaban los ruidos al exterior y mirar al interior era
prácticamente imposible con sus muros de 4 metros de altura que rodean en el
exterior, rodeados además de púas afiladas que coronan cada muro alrededor del
lugar. Un par de semanas después recibí los dictámenes, de cientos de huellas
dactilares, cabello, sangre, solo una pista encontrada en el segundo piso junto
a la cama de un niño pequeño debajo de las sabanas que habían sido tiradas al
suelo, una pisada que no correspondía a nadie del orfanato, un solo hombre de
1.90 de estatura más o menos, una sola pista para 50 muertos, un solo hombre
que pudo asesinar a todos sin dejar escapar a uno solo ¿Cómo es posible? Me
preguntaba, rabioso ordene nuevamente los estudios, ordene que de la morgue
sacaran los cuerpos y los estudiaran de nuevo, incluso yo acudí personalmente a
ver cada cuerpo sin encontrar nada, no había huellas, no había pista alguna.
Me dedique a estudiar el
caso de tiempo completo, mis superiores no les interesaba el caso, la gente de
la ciudad prefería olvidarlo, pero yo, obsesionado con ese crimen asqueroso y
brutal, quería resolverlo; incluso, John mi superior, seis meses después me
ordenó cerrar el caso, no había nada que nos pudiera llevar a solucionarlo me
decía constantemente, yo, obsesionado con encontrar al culpable, le pedí que me
diera seis meses más, prometiendo que en caso de no resolverlo en ese tiempo me
jubilaría; por supuesto que esa propuesta le encantó pues consideraba que era
un crimen imposible de resolver y mataría dos pájaros de una pedrada al lograr
deshacerse de mí, por lo que llegamos a ese acuerdo y proseguí con mi
investigación con toda la libertad posible y con toda la ayuda que necesitara
para ello.
Decidí regresar al lugar
del crimen, el cual, debido a que es un edificio de más de 200 años y con el
pretexto del crimen, el gobierno de la ciudad quería demolerlo siendo el único
estorbo para ello mi investigación, una razón más por la cual les era tan
urgente cerrar el caso, al entrar al orfanato que seguía rodeado de cinta
amarilla policial, busque en cada rincón, en los techos, en los pisos, en el
enorme jardín que lo rodea, busque algo que me sirviera para dar con el asesino,
no encontré nada, desesperado subí al segundo piso, llegue a la pequeña cama
del niño donde se había encontrado la huella, me pare a un lado tratando de
imaginar la escena, la razón por la cual este asesino minucioso había fallado y
dejado una única pista, intente ver en mi mente al niño, su reacción al ver a
este hombre alto y robusto parado al lado de su cama mirándolo antes de
asesinarle, cree incontables escenarios tratando de imaginar cómo entro, la
razón por la cual nadie lo escucho, la forma en la que pudo asesinar a tantas
personas de forma tan minuciosa y tan rápida.
Era desesperante, regrese
cada día durante los siguientes dos meses al orfanato, me quedaban únicamente
cuatro meses más para encontrar al asesino, en mi casa, bueno, el pequeño departamento
al que llamaba casa, sucio, descuidado, se había convertido en mi base de
operaciones, había pegado cientos de recortes de periódicos y revistas, las
fotos del archivo de cada niño asesinado y cada hoja del expediente a las
paredes de ese sucio y maltrecho departamento, el cual observaba por horas
tratando de encontrar alguna pista o algo que me llevara a encontrar al asesino
u otra pista que hubiera dejado, pero no encontraba nada, comenzaba a
obsesionarme, deje de dormir, mi rostro con una leve barba, mi cabello
encanecido y mi boca reseca se habían vuelto mi día a día, ¡nada importaba más
que este caso! Me decía constantemente.
Tal vez pienses que me
interesaban los asesinados, los pobres niños o las monjas; en realidad no, para
mí, era mero interés profesional, un puzzle
más para mi colección, pues era el acertijo más difícil de mi carrera, era
personal, simplemente quería resolverlo y demostrar que era el mejor. Tal vez
suene malvado, pues ¡lo es!, siempre he sido frio, calculador y siempre desee
que apareciera un caso tan difícil que solo yo pudiera resolver, mi sueño
siempre fue morir en el cumplimiento de mi deber, aun en la guerra, por más que
me arriesgaba, por más que corría directo al enemigo, jamás fui asesinado, por
eso recibí la cruz de hierro, por desear morir en el campo de batalla, al
convertirme en detective fue igual, jamás pude ser asesinado; es más, durante
mi carrera en el ejército y en la policía jamás sufrí ninguna lesión, simplemente
es como si algo o alguien tuviese fijado mi futuro y eso me desesperaba; ¡al
fin encontré un verdadero reto! Me dije desde el primer momento en el que entre
al orfanato, al fin encontré a mi némesis, ¡quisiera conocerlo!, ¡sí!, al
asesino, quisiera tenerlo de frente y terminar este caso en un enfrentamiento
cara a cara; por desgracia, la vida real no es así, un enfrentamiento épico
entre dos monstruos como lo debe ser el asesino y yo es imposible, me obsesione
al punto de imaginarme su rostro y al punto de desear conocerlo personalmente
deseando que fuera el quien me diera el fin que siempre había soñado, morir en
el campo de batalla.
Finalmente, los seis meses
de plazo transcurrieron, no había encontrado nada, observe como derrumbaron el
edificio, observe como cerraron el caso y mire regocijándose a mis superiores
con mi jubilación, no pude encontrarlo, no pude resolver el caso y peor aún, no
pude cumplir mi sueño de morir en el cumplimiento de mi deber, me aterraba
morir de viejo, débil y senil, aun y cuando el caso fue cerrado y yo deje de ser
detective, mi obsesión continuo, seguí buscando, preguntando, indagando, pero a
un año de lo transcurrido las personas de alrededor preferían ignorarme, los
oficiales de policía y los detectives, todos más jóvenes que yo, me impedían
continuar con mis investigaciones, me obligaban a retirarme del lugar y ya era
considerado como persona indeseable dentro de la policía e incluso con los
vecinos del lugar de los hechos.
¡La jubilación es un asco!,
pensaba constantemente mientras miraba cada día los recortes pegados en paredes
y techos de mi departamento, pasaron dos, tres y cuatro años, y al pasar del
tiempo me miraba deteriorándome, envejeciendo, incapaz de cumplir la única
razón por la cual vine a este mundo, me miraba al espejo y veía sombras de lo
que había sido, me quedaba mirándome por horas, al punto de sentir que estaba
enloqueciendo. La jubilación para un hombre como yo es peor que la muerte,
jugar golf, caminar por el parque, esperar una llamada de mis hijas que jamás
llegaría, esa situación era absurda; simplemente me sentaba en mi cama deseando
que el asesino entrara por mi puerta, me imaginaba peleando con el hasta el
punto de desangrarnos, lo imaginaba golpeándome con una fuerza descomunal y yo,
con mi entrenamiento militar y policial, dando una extraordinaria pelea,
imaginaba ¡no!, más bien fantaseaba con ese encuentro, peleando tan duro como
en la guerra, imaginaba ganando la pelea, llamando a la policía diciéndoles que
había atrapado al asesino de child soul,
imaginaba a la policía entrando a mi departamento lleno de sangre, destruido
por la extraordinaria pelea que habíamos tenido mi némesis y yo, me imaginaba
con el rostro destrozado y ensangrentado, tomando al asesino del cabello,
levantando su rostro y diciéndole a toda la policía de la ciudad que yo y solo
yo había podido atraparlo, para que, inmediatamente después de que todos
aceptaran su error, caer muerto por los golpes y contusiones sufridas, nuestra
pelea seria épica y hablarían de ella por generaciones, yo, habría dado la
mejor pelea de mi vida, tanto así que mi vida se hubiera ido después de ella, e
imaginaba al asesino aceptando su crimen, encarcelado y ejecutado unos meses
después, mi nombre se escribiría con letras de oro y me convertiría en la leyenda
que siempre desee ser. ¡Maldito asesino!, ¿Dónde te encuentras? Gritaba y
refunfuñaba, esa fantasía se había convertido en mi obsesión, la soñaba, la
imaginaba, la representaba cada día en mi departamento, y después, me sentaba
en el piso furioso hasta quedarme dormido.
Así paso el tiempo, supongo
que convertirme en un ermitaño preocupo a mi madre que, aun con sus 85 años de
edad, fue a buscarme a mi departamento, al entrar me miro sumido en la miseria,
con las botas viejas, gastadas y rotas, con la ropa hecha añicos, el cabello
canoso y largo, las uñas largas y sucias y el departamento sucio, viejo, con
ratas y cucarachas a mi alrededor, pidió ayuda, me envió al médico quien le
dijo que sufría de trastornos compulsivos y de la personalidad, me enviaron al
psiquiatra y finalmente fui internado en Mind
Games, un “loquero” que para mí desgracia se encontraba a pocas calles de
donde estaba Child Soul, en ese
distrito de edificios viejos que el gobierno de la ciudad deseaba derrumbar por
completo. Claro que estar en ese lugar no me ayudo, sino que al contrario me
obsesionó más, intente incontables veces escaparme para ir a donde se
encontraba el orfanato y que ahora cuatro años después se había convertido en
un edificio de oficinas lujoso y presto para recibir dentro de poco el nuevo
milenio.
Los tratamientos
psiquiátricos trataban de ayudarme, me preguntaban sobre cómo me sentía con lo
de mi familia, a lo que yo contestaba que me habían abandonado, me preguntaban
sobre mi vida de niño y mis padres, yo, les respondía que eso se lo preguntaran
a mi madre, para que pocos minutos después de iniciado los tratamientos, me
pusiera violento y tratara de escapar, así fue durante los siguientes años, me
convertí en un loco esquizofrénico al que los psiquiatras no pudieron ayudar.
Así llego el 31 de diciembre
de 1999, año nuevo, fecha que siempre me fue difícil, y la cual supe reconocer
al asomarme por la ventanilla de mi habitación vi a las enfermeras con
sombreros de fiesta y letreros que decían Happy
New Year, al entrar el doctor a darme mis medicinas con cuatro guardias que
lo iban protegiendo, me ataron como solían hacerlo siempre desde que ingrese al
hospital psiquiátrico para obligarme a tomarme las medicinas que eran más como
calmantes y lo único que hacían era dormirme de inmediato hasta que llegara el
otro día, y así, día a día se repetía esa historia, pero en esa ocasión, no me
opuse, y antes de que me diera las dichosas medicinas le pregunte ¿mi madre
sigue viva?, a lo que el doctor, con un semblante de sorpresa me respondió su madre murió en 1980 ¿Qué? Le
respondí, ¡está usted loco!, mi madre me trajo en 1989 a este hospital, comencé
a ponerme violento, y me dijo nuevamente cada
día me pregunta usted lo mismo, y cada día después de responderle se pone
violento ¡tranquilícese! gritó, no sé cómo, ni se por qué, pero me
tranquilice, le dije que por favor no me mintiera y creo que, por primera vez
en mi vida comencé a llorar descontroladamente, le rogué que me dijera sobre mi
madre, sobre mis hijas, el doctor, me dijo tranquilo,
tómese las pastillas y todo estará mejor por la mañana, le rogué nuevamente
que me dijera, y respondió su madre murió
en 1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus dos hijas fueron
asesinadas por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo recuerda?!, esa es la
razón por la cual se volvió detective… guardé silencio durante unos
segundos, y le grite con rabia desgarrando mi garganta ¡mentira!, ¡mentira!,
después de la guerra entre al servicio de la policía en Nueva York y mi esposa
me abandono llevándose a mis dos hijas, ¡dígame la verdad! Le gritaba de forma
desesperada, el respondió después de la
guerra usted vivió en Kansas, donde tuvo una granja, cuando sus hijas tenías 3
y 4 años fueron asesinadas junto a su esposa, usted vino a Nueva York para
convertirse en detective, así lo dice su expediente… ¡¿Qué?!... de pronto
fui lucido, los recuerdos comenzaron a llegarme de golpe, como si fuesen las
olas del mar embravecido, mi mente se llenó de recuerdos, de vivencias
enterradas en lo más profundo de mi mente, comencé a gritar ¡no!, ¡no!, no!
¡no!, de inmediato los guardias que iban con el doctor y que me estaban
sosteniendo para no moverme aun y cuando estaba amarrado a la camilla, de manera forzada me dieron las medicinas y me
quede dormido mientras seguía gritando, aullando como un perro sin dueño que
recordaba su pasado.
No sé cuántos días pasarían cuando desperté,
aún seguía amarrado a la cama, comencé a gritar ¡enfermera!, ¡enfermera!, llame
al doctor, la enfermera, se asomó por la pequeña ventanilla que había en mi habitación,
la cual era de esas especiales y acolchonadas de pisos, paredes y techos para
que el paciente no se haga daño así mismo, le grite ¡por favor! ¡llame al
doctor!, mientras salían lágrimas de mis ojos, y mientras mi garganta,
desgarrada por los gritos de la noche anterior entrecortaba mis alaridos, la
enfermera no me hiso caso, trate de soltarme de los amarres, trate de moverme y
lo único que logre fue lastimarme las muñecas y los tobillos, aunque eso ayudo
a que el doctor al fin viniera a mi habitación que ya se veía enrojecida con la
sangre que salía de mis muñecas y tobillos y de mi boca de tanto gritar,
nuevamente entro con los cuatro guardias, me tomaron por la fuerza y me pidió
que abriera la boca para que me tomara mis medicinas, le pedí, ¡no!, le implore
que me dijera, que me explicara que sucedió con mis hijas y mi madre, el, me
dijo cada día me pregunta usted lo mismo,
y cada día después de responderle se pone violento ¡tranquilícese!, me
tranquilice, lo cual sorprendió al doctor, le dije eso me lo dijo ya usted la
noche anterior, ¡por favor dígame!, él, me dijo su madre murió en 1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus
dos hijas fueron asesinadas por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo
recuerda?!, esa es la razón por la cual se volvió detective… yo le dije
pero, eso me lo dijo la noche anterior, yo no lo recuerdo, por favor ayúdeme,
le dije entre llantos y alaridos, él, me miro y me dijo no le daré sus pastillas hoy, si mañana usted no ha hecho nada y se
comporta bien, podremos hablar; me desato, y el junto con los guardias
salieron de mi habitación, esa noche fue fría, la pase intentando recordar,
había imágenes en mi cabeza pero no podía ponerlas en un orden correcto, era
como un rompecabezas, al día siguiente, el doctor se asomó por la ventanilla de
la habitación y me pregunto ¿está usted
bien?, ¿quiere hablar?, respondí que sí, inmediatamente abrió la puerta,
entraron los cuatro guardias con su uniforme blanco, me levantaron de manera
cuidadosa, lo cual me sorprendió, y me llevaron a la oficina del doctor, él me
dijo usted estuvo aquí muchas veces ¿lo
recuerda?, yo, mire alrededor y le respondí que no lo recordaba, él me dijo
nuevamente derivado de su comportamiento
violento, y debido a que usted es una persona bastante fuerte aun para su edad,
comenzaron a cuidarme estos guardias, durante más de diez años jamás habíamos
podido hablar como ahora lo está haciendo usted, me quede pensando unos
segundos y le dije explíqueme por favor lo que me dijo ayer; el, me miro y me respondió,
es tal y como le dije, su madre murió en
1980 sola en su casa de un infarto, su esposa y sus dos hijas fueron asesinadas
por un crimen que jamás se resolvió; ¿¡no lo recuerda?!, esa es la razón por la
cual se volvió detective, yo, lo mire y le dije que mi madre había ido por mí
a mi departamento, que ella me había encontrado y llevado al hospital y después
me había traído a este lugar, el me miro, me dijo está usted equivocado, quien lo encontró fue la casera de su
departamento, llamo a la policía quejándose de un fuerte olor y pensó que usted
había muerto, yo, con la voz temblorosa y entrecortada le pregunte si había
alucinado que mi madre había ido a mi departamento, el respondió que sí,
diciéndome que había otra cosa más que tenía que decirme, pero me hizo prometer
que no me pondría violento, yo, respondí que sí, que me dijera que más podría
afectarme, el, miro a los guardias, asentando con la cabeza ellos se acercaron
a mí y me dijo cuándo lo encontraron, en
su departamento encontraron una bota vieja con manchas de sangre, la cual
encaja perfectamente con la descripción de la única pista que dejo el asesino
de Child Soul en 1985, el jefe de detectives John Dash se convirtió en un héroe
por dar con el asesino, y usted también es culpado de asesinar a su familia;
el doctor, me miro, yo, estaba con la mirada fija al suelo y le respondí, si,
lo recuerdo todo, no sé porque hoy ni porque ahora, pero recuerdo todo lo que
paso en la granja con mi familia y en Child
Soul, yo soy el asesino, yo soy mi némesis; él, mientras me miraba me dijo esta platica la hemos tenido una vez al año
durante más de diez años, es así que el 31 de diciembre de 1989 usted confesó
lo mismo que me acaba de decir frente al detective John Dash, con lujo de
detalles de cómo cometió los asesinatos, razón por la cual usted está en este
hospital, yo, furioso le pregunte que había pasado con ese mocoso de John
Dash, maldiciéndolo por robarse mi crédito; el doctor me miro y me dijo el día que usted confesó, en esta misma
oficina usted lo mató, por eso es que estos guardias siempre me acompañan
cuando hablo con usted.
Después de escuchar eso,
suspiré, sonreí y le dije “al fin pase a la historia, no como héroe, sino como
villano, no en cumplimiento de mi deber, sino como factor de la naturaleza que
impulsa a los hombres, mi existencia no fue inútil, al fin y al cabo todos
necesitamos a quien odiar”.
Lic. Héctor
Jesús Robles Díaz Mercado.
Robles & Robles
Abogados
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