A lo lejos, en el basto espacio, entre
estrellas que iluminan la nada de la inmensidad, se encuentra a punto de llegar
a su destino final la nave espacial en la que las mayores mentes en la historia
de la humanidad se preparan para enviar la primera nave tripulada al interior
de un agujero negro.
Cygnus, el piloto asignado para la misión
y el hombre que se ganó el privilegio de realizar la tarea de ser el primero y
tal vez el último hombre en ejecutarla, se encuentra realizando los últimos
preparativos a la pequeña pero avanzada nave que partirá al interior del agujero
negro, mientras tanto, el piloto recuerda su pasado y la familia que perdió al
paso del tiempo; ahora (piensa en sus interiores) me encuentro solo, no tengo
nada que perder y tal vez, si tengo suerte, ésta será mi tumba, lejos de los
recuerdos; lejos de las añoranzas.
Enseguida, comienza a sonar la alarma del
área de despegue donde Cygnus se encontraba, una voz en el auricular del casco
de su traje espacial le indica que han llegado a las coordenadas finales y le ordenan
que se prepare para salir de la nave y comenzar la misión; Cygnus entra a la
pequeña nave, enciende los circuitos y motores e indica que se encuentra listo
para iniciar al momento en que se lo ordenen.
De inmediato, el comandante de la misión
le informa –despegue en diez segundos- mientras tanto, el diestro piloto
intranquilo por que termine la cuenta regresiva, toma el timón de la nave; el
comandante, inmediatamente después de llegar la cuenta a cero dice -buena
suerte-, de inmediato, con la velocidad del relámpago, la pequeña nave despega,
la velocidad la hace vibrar fuertemente, pero luego de unos segundos el
movimiento se calma y Cygnus ve a lo lejos el agujero negro.
Mientras la nave avanza, Cygnus informa
del estado de la nave a la tripulación que monitorea su camino, informa el
estado de los controles y su sentir mientras se acerca cada vez más al agujero
negro; unos minutos después, se acerca a la parte crucial, está a solo segundos
de adentrarse, detiene la nave con los propulsores y pide autorización para
ejecutar; de inmediato, el comandante le informa –autorizado-, por lo que
Cygnus ejecuta los comandos y se lanza presuroso al lugar más peligroso del
universo.
Mientras tanto, los tripulantes de la nave
nodriza, observan por los monitores como la nave de Cygnus se adentra al
agujero negro y los nervios comienzan a apoderarse de ellos, pues saben que no
habrá comunicación con el piloto hasta en tanto la nave regrese. Mientras la
nave se adentra más y más al agujero negro ésta comienza a vibrar como si fuera
a deshacerse, las luces del interior parpadean, las pantallas indican peligro y
de pronto, la nave se apaga por completo y Cygnus se desmaya.
Poco después, Cygnus exaltado despertó, la
nave ya no vibraba más y había calma total, miró por las ventanillas hacia
todos lados y solo vio oscuridad; la presión, la gravedad aumentada y el
descontrol que había sentido antes habían desaparecido por completo y ahora,
solo se sentía calma, serenidad y por primera vez el miedo le recorrió.
Cygnus, siendo un piloto experimentado,
trató de reiniciar los motores de la nave, trató de comunicarse con los
tripulantes de la nave nodriza y después de unos minutos, dejó de intentarlo,
se comenzó a preocupar y mientras su corazón se aceleraba, miró el reloj de su
muñeca izquierda y notó que al igual que toda la nave, éste se había detenido,
al parecer el tiempo se había detenido, al igual que los instrumentos habían
dejado de funcionar en el interior de un agujero negro.
Pasado lo que Cygnus consideró que fueron
horas, decidió salir de la nave y sentir en carne propia lo que era estar en el
interior de ese monstruo de la naturaleza al que los hombres, pese a su
extraordinaria tecnología, jamás habían comprendido del todo; de inmediato ató
su traje con una cuerda de seguridad al arnés de la nave, y a golpes abrió la escotilla
de la cabina, al abrirse y salir, Cygnus sintió una especie de calma que jamás
había sentido, la comparaba a la calma de un niño al estar en los brazos de su
madre; pensó que tal vez había muerto al entrar al agujero negro. Miraba los
guantes de su traje mientras movía los dedos, volteaba hacia arriba y hacia
abajo (o lo que él creía que era arriba y abajo) y de pronto, de la absoluta
oscuridad apareció una luz cegadora que parecía iluminar por completo aquel
lugar, Cygnus asustado se apresuró a entrar a la nave, parecía que la luz era
cada vez más y más brillante, al fin pudo entrar y rápidamente cerro la
escotilla, se cubrió el casco con las manos para evitar la luz, la nave comenzó
nuevamente a vibrar pero ahora con más fuerza, la luz se fue acercando más y más,
Cygnus aterrado vio venir la luz hacia él, y de pronto, aquello que era
oscuridad total se convirtió en luz, los instrumentos de la nave comenzaron a
funcionar, Cygnus trató de comunicarse con la nave nodriza nuevamente sin
éxito, mientas que esa luz cegadora comenzaba a disminuir notó algo extraño, al
parecer a lo lejos había algo o alguien; Cygnus aceleró la nave, se acercó a
eso y vio que era un hombre que más bien parecía ser una luz con silueta de
hombre. De inmediato abrió la escotilla y se lanzó hacia donde estaba esa
persona, lo tomó rápidamente del brazo y encendió los pequeños propulsores del
traje, metió al hombre a la cabina, cerró la escotilla y sin pensar, se quitó
el casco para poder observar mejor; asustado se preguntaba ¿Cómo era posible
que hubiera un hombre en ese lugar?, comenzó a sacudirle para que despertase
aquel hombre o ser, de pronto, aquel hombre de luz abrió los ojos, Cygnus
asustado, hechó su cuerpo hacia atrás, aquel ser miró alrededor de la pequeña
cabina de la nave y miró directamente a Cygunus y dijo -¿Por qué me has
despertado?-, Cygnus respondió mientras un sudor frio le recorría -¿Quién
eres?-, a lo que este ser respondió –¡soy tu, soy él, soy todo!-; Cygnus asustado
gritó –¡DEJA DE BROMEAR Y RESPONDE!-; él ser callado lo miró y respondió –me
has despertado y con mis sueños te has llevado al universo entero-, -soy la luz
que ilumina los cielos, soy la razón de tu existencia, soy todo y nada, soy
aquello a lo que más le temes y aquello que más deseas; ¡simplemente soy!.
Cyguns, con una extraña calma respondió -¿¡eres
Dios!?-, a lo que el ser dijo –NO-, -yo he soñado a Dios y por lo tanto, con mi
despertar él también desapareció junto con todo lo demás-; Cygnus intentó
asimilar lo que éste ser decía, lo miraba y trataba de comprender y dijo
-¿entonces porque yo no he desaparecido?-; a lo que este ser respondió –porque
yo soy tu, él y todo-; Cygnus con un grito dijo –¡CALLATE!-, y responde -¿Quién
eres?-, el ser nuevamente guardó silencio,
miró a Cygnus y dijo -¡pobre hombre!, aun piensas que existe un Dios, aun
piensas que eres producto de la creación divina, aun no te has dado cuenta de
tu ilimitado potencial, aun no comprendes que tú eres el creador de todo-;
Cygnus guardó silencio, miro por la ventanilla de la nave y la luz, la oscuridad,
todo había desaparecido y ahora, el universo entero estaba ahí afuera; se sorprendió
y al fin comprendió que él, aquel ser tenía razón, se dio cuenta que él así
como todos los hombres son los creadores de su destino, del universo y del
propio Dios; se dio cuenta del potencial infinito de los seres humanos; cerró
los ojos y en voz alta pronunció –¡quiero regresar a mi casa!-; de inmediato,
exaltado Cygnus abrió los ojos, las imágenes se veían borrosas y escuchó algo a
lo lejos, al fijar la vista miró al comandante de la misión y a la tripulación,
preguntó -¿Qué sucedió?- a lo que el comandante respondió –antes de despegar
hubo una falla y decidí cancelar la misión; ¡vamos a casa!.
Lic. Héctor Jesús Robles Díaz Mercado.
Robles & Robles Abogados.
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